El 2015 finalmente ha quedado atrás. Un año de caos que comenzó como el más difícil de mi vida y terminó como uno de los mejores. La vida puede darte patadas sin asco pero luego, siempre encuentra maneras de compensarte las tristezas arrojándote una tras otra alegría. Eso es lo que fue el 2015 para mí, fue caer del cielo, romperme en el piso y levantarme para reconstruir mis pedazos y reencontrarme conmigo mismo. Todo este proceso, vivido sobre una bicicleta a lo largo de más miles y miles de kilómetros recorridos en el continente africano. Pero más allá de las miserias y las alegrías, fue un año intenso de lecciones inmensas que no pasará desapercibido.
Hoy tan sólo 3 días dentro del 2016, miro para atrás para compartir en esta entrada, algunos de los momentos más intensos de cada mes del 2015. Uno por mes. Fue una elección muy difícil pero aquí va.
Enero
- me encuentro en el paraíso de las costas del Indico en Mozambique en una situación emocional muy difícil. La belleza del país y su gente adorable me dan fuerzas para seguir adelante y no perder la fe.
Febrero
- Luego de una noche en la que vi a la muerte pasarme más cerca que nunca, conquisté la cima del paso Sani en Lesotho a casi 3000 m de altura. Un paso brutal legendario que pronto no lo será más.
Marzo
- En Kogel Bay, a tan sólo 50 km de la llegada a Ciudad del Cabo en el extremo sur del continente Africano luego de completar el recorrido por la mitad oriental del mismo. 33.457 km desde la partida de China y una llegada tan emocionante como difícil; con el espíritu alegre por la conquista pero muy triste porque el plan era que en esta foto debía haber dos bicicletas y no una.
Abril
- Luego de un mes y medio de pseudo-descanso, intentando recuperar lo perdido y salvar lo insalvable, llega un nuevo comienzo en Sudáfrica, con la mitad occidental del continente por delante. La inercia es lo único que me mueve hacia adelante, estoy en el peor momento emocional de mi vida y veo a todo mi mundo colapsar.
Mayo
- Siento que es momento de dejarlo todo, no tengo más fuerzas, mi neurosis ya no me deja ver nada alrededor, y si no puedo estar presente de nada sirve seguir adelante. Pero mi familia sale a mi rescate. Finalmente toco fondo, me rindo pero con la frente alta, con la dignidad de quien sabe que lo ha dado todo de sí para revertir lo irreversible. Con soltar llega un nuevo amanecer, y la maravilla de este mundo vuelve a revelarse ante mis ojos en el desierto del Namib, en Namibia. Era momento de comenzar a reconstruirme. Por diez días disfruté de la invaluable compañía de mi amigo Niel Van Zyl un compañero del alma que encontré en el camino y junto a quién acampamos cada noche a deslumbrarnos con los regalos del mundo.
Junio
- Mi cuerpo se llena de una fuerza y una energía inconmensurables, la adrenalina fluye por mis venas nuevamente. Mi alimento son la aventura y la belleza de este mundo, vuelvo a ser uno con él, como siempre lo fue. A fuerza de voluntad e imprudencia temeraria, llego a los rincones más remotos de Kaokoland, donde paso mis noches solitarias en el medio de la nada con leones merodeando alrededor de mi tienda; momentos que quedarán grabados en mi ADN para siempre.
Julio
- No estoy dispuesto a abandonar la intensidad de esta vida, mi cuerpo me pide más y más, hoy soy un tren que no puede ser detenido. Me adentro en el corazón tribal de Angola andando a ciegas por una red de senderos sin señales, conviviendo con gente de otro mundo y durmiendo bajo la dulce sombra de los baobabs más grandes y hermosos que he visto en mi vida.
Agosto
- Luego de años de soñar con él, llego finalmente al Congo, me esperan algunos de los meses más física y mentalmente duros de mi vida de viajero en bicicleta, pero estoy dispuesto a todo, estoy entregado a esta aventura, el mundo es mío, de nadie más. El sur del Congo no es lo que esperaba pero me las rebusco para divertirme como un niño, disfrutando del polvo, de las subidas, de un corazón que no para de vibrar por vivir cada momento al máximo.
Septiembre
- El mes donde todo lo que había soñado se vuelve realidad y esa realidad supera todas mis expectativas; cuando la vida es lo que tiene que ser: el presente en su estado más puro. No he llegado al Congo para andar por el asfalto y no hesito ni por un momento en lanzarme hacia el corazón de la selva ecuatorial de Africa Central. De Gabón a Congo elijo un sendero remoto que nunca nadie ha pasado en bicicleta; castigo a mi cuerpo y pongo a prueba a mi mente, avanzo a duras penas por el barro a 19 km por día, pero quizás es por eso que me cago tanto pero tanto del gusto viviendo esta vida.
Octubre
- He llegado al corazón de la selva ecuatorial, he sorteado noches alucinantes donde el terror se ha apoderado de mí pero he seguido adelante, he remontado el magnífico río Sangha y he llegado a donde quería. Pasé tres semanas en la selva viviendo con los pigmeos Bayaka, me he enamorado de ellos y ellos de mí. Es una experiencia que sé que me habrá cambiado para siempre y esos son los momentos por los que hay que celebrar la vida.
Noviembre
-Para cuando llego a Camerún, comprendo que he abusado un poco. Han pasado más de 2 meses en la selva y mi cuerpo ha sufrido mucho. Tengo las piernas comidas por infecciones impetiginizadas, mi cuerpo está enfermo, he perdido muchos kilos, mis energías están casi completamente drenadas y aún me queda cruzar el país más temido de todo Africa: Nigeria. Para mi sorpresa ( y la de muchos) paso por allí llevándome algunos de los mejores recuerdos de todo Africa. Allí mismo comienzo mi recuperación y llego a Benín para continuarla en la casa de mi gran amigo Germano junto a quien paso días tranquilos fotografiando el mundo.
Diciembre
- Mis baterías volvieron al 100%, hasta la última rayita. Mi apetito de aventura se vuelve insoportable de vuelta y así emprendo la partida para terminar este difícil año a lo grande. Voy camino a Accra, son 338 km por la ruta más directa, pero no me satisface y en cambio decido hacer 2800 km. Me voy por el norte de Benin, cruzo a Togo y luego a Burkina Faso y me voy directo al corazón del Sahel, donde todos me dicen que los grupos terroristas me secuestrarán. No obstante, envuelto en mi turbante llego a la remota región de la triple frontera entre Burkina Faso, Malí y Níger y de vuelta convivo con las extraordinarias tribus Fulani y no encuentro más que hermosa soledad saheliana y hospitalidad. El 2015 llega a su fin para cuando alcanzo el sur de Ghana.
Terminó el año más difícil que recuerdo. He perdido el amor más grande, quizás el único verdadero que he sentido, el que siempre había soñado, pero a cambio la vida me ha llevado por una parte del continente del que me he enamorado perdidamente, donde he reconectado conmigo mismo, con mi esencia; me he vuelto a entregar de lleno a este mundo que amo y una vez más me he vuelto uno con él. He viajado 18 de los últimos 20 años de mi vida solo y fue en ellos donde el camino fue el que siempre me ha llevado con sabiduría a la más absoluta felicidad. Esto es plenitud, el universo está a mi favor.
Un largo trayecto queda ahora por delante hasta llegar al estrecho de Gibraltar para dejar este continente que me ha cambiado para siempre y entrar en la temida Europa. Pero por el momento, es hora de recibir al 2016 con el pie derecho, descansando en São Tomé e Príncipe :)