Adiós querida Uganda
Kisoro es una pequeña ciudad, tranquila si bien no bella, pero rodeada de las vistas más increíbles de los Virungas que la flanquean. Allí nos recibió el Padre John Vianney y nos cuidó por dos días en su iglesia. Estoy sanamente sorprendido por los curas de Uganda, tan simpáticos, tan abiertos (excepto cuando se trata de homosexualidad, pero eso es un problema de todos los ugandeses), tan desprejuiciados. No nos hablan nunca de ningún Dios, nos hablan de la vida en Africa, de los africanos, de política, de los problemas del mundo y de sus historias. Son gente como uno, no cargan con una cruz. Ciertamente, luego de haber hecho de las iglesias nuestra casa casi todos los días, cada vez me resulta más claro ( y es abiertamente reconocido por muchos) que los curas siguen el camino espiritual porque en esencia, es el escape a la pobreza y el acceso a una vida más digna. Los curas en Africa nos brindan ayuda y afecto, ante todo porque son africanos, la hospitalidad les brota del alma por naturaleza. La amistad con John Vianey fue el regalo de despedida de este bellísimo país que ha logrado deslumbrarnos a cada momento desde que salimos de Kampala. Uganda no ha parado de echarnos una sorpresa tras otra en nuestro camino, cada una mejor que la anterior, fue un país que me ha dejado un muy bonito recuerdo adentro, un recuerdo que sería muy diferente al de su vecina Ruanda, nuestro siguiente país.