Por eso no hubo de pasar mucho tiempo hasta que extrañara la simpleza de la vida en Africa, donde la gente tiene tan pocas cosas materiales que hay poco de qué preocuparse (aunque se lamenten habitualmente de no tener dinero); la vida transcurre a paso lento, las sonrisas frente a todo, incluyendo la adversidad, se encuentran fácilmente y nadie tiene que andar corriendo por el último dispositivo electrónico porque la vida se reduce a las cosas más sencillas.
Por el contrario, la gente en Europa anda con cara de perro estos días, quejándose de la economía y la falta de trabajo, pero para entrar al Mac Store de Plaza Cataluña hay que hacer cola en la calle para comprarse el último Iphone 6 de 900 euros. Con esto no quiero decir que no haya problemas, pero también que la palabra "problema" ya de por sí tiene otro significado para quienes venimos del tercer mundo, y mayor aún, cuando pasamos un tiempo considerable en el continente Africano, padre de todos los tercer mundos. Descubrir que es mejor vivir agradecido por lo que uno tiene y no preocupado por lo que a uno le falta, es una sana enseñanza que recibo todos los días de mi vida.
Me voy una vez más del primer mundo europeo y canadiense habiendo disfrutado de su maravilloso legado histórico y sus comodidades, habiendo recargado energías con la familia, pero el primer mundo raramente le aporta alguna enseñanza valiosa a mi vida. En todo caso, sí, me deja en claro hacia donde no quiero que siga dirigiéndose la humanidad, hacia la vida fundada en la acumulación de cosas, la insatisfacción permanente y el egoísmo. Me voy muy ansioso por volver a nuestra aventura, retomar la vida simple bajo el andar lento de las dos ruedas de mi bici, las acampadas, y los diarios encuentros con gente sencilla y despreocupada que todos los días nos abre su corazón a nuestro paso con una enorme sonrisa blanca.
Hacia lo profundo de Uganda
Los primeros días de cruzar Uganda entre la frontera con Kenia y Kampala, antes de nuestro descanso, no habían resultado tan atrapantes. Fue una mezcla de mucho cansancio acumulado, una necesidad grande de llegar a nuestro impasse y también el hecho de que por mi llanta rota tuvimos que limitarnos al camino principal (con el horrendo tráfico que trae consigo), lo que nos impidió verdaderamente apreciar esa parte del país. La impresión con la que nos quedamos entonces no fue nada llamativa y con esa impresión volvimos sin mucha expectativa. Pero todo cambiaría rápidamente a los pocos días de salir de Kampala.