Ya estaba a tan sólo 160 km de la frontera con Gabón. Aún seguía en la sabana ecuatorial sufriendo cada día más el calor abrasador aliado a la pegajosa humedad tropical y sin tener lugar dónde refugiarme. Habían pasado ya más de 800 km desde que había salido de Brazzaville y la llegada a la selva se me hacía cada vez más larga.
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