De haber sido por mí, no hubiera pasado más de un día en Accra luego de volver del paraíso porque la capital de Ghana, al igual que todas las capitales de los países de Africa sub-sahariana que conozco, no tiene atractivo alguno en particular. Hay dos motivos por los que uno buscaría permanecer en una capital africana: logística (visados, vuelos, abastecimiento, etc) y/o descanso (recuperarse físicamente, comer mejor y más variedad, etc). En el caso particular de Accra, tuve que usar mi estadía para obtener los visados de Costa de Marfil y Malí. Afortunadamente, la estadía fue mucho más amena gracias a la enorme generosidad de mi amiga portuguesa Rita, directora de Brussels Airlines en el país, quien me invitó a quedarme en su piso por el tiempo que necesitara. Visados africanos
La estupidez que envuelve al proceso de emisión de visados es compartida por muchos países del mundo, Desde los más ricos hasta los más pobres, la variedad de requerimientos absurdos inventados para su obtención, nunca deja de asombrarme. Lo que me asombra más aún es la gran facilidad con la que se pueden sortear dichos requerimientos y sobre este tema podría escribir un libro en sí mismo. Los visados de Mali y Costa de Marfil no son la excepción.
¿Por qué Malí exige una carta de invitación personal de alguien en Malí para que me concedan el visado? y ¿Por qué Costa de Marfil me exige la reserva de una noche de hotel el día de mi llegada? Escapa a la extensión de mi propia imaginación. Claramente no conozco a nadie en Malí, ni pienso quedarme en un hotel que sin dudas no existe en las aldeas de chozas donde yo paso mis noches. Mucho menos puedo obtener una reserva para dichos hoteles inexistentes. No obstante, no por algo tan descabellado voy a dejar de visitar un país que quiero visitar. Lo bueno es que para requerimientos estúpidos de países tan desorganizados, las soluciones casi siempre son muy fáciles.
Para el caso de Malí, la solución fue inventar una carta de invitación emitida por el Padre Emilio, un sacerdote salesiano con base en la Misión de Bamako, sobre quien supe através de otros viajeros. Una calurosa inivitación personal para visitar la Misión, firmada por “Padre Emilio” y redactada en buen francés en una hoja A4 fue todo lo necesario. Por otro lado, en el caso de Costa de Marfil, la captura de pantalla de una reserva para un hotel cualunque en Abidjan, sin terminar de procesar claro, fue más que suficiente.
¿Uds. de verdad creen que el embajador o cónsul de Malí en Accra va a tomarse el tiempo que requiere verificar la veracidad de la carta de un tal Padre Emilio sobre el que no tiene idea alguna? ¿Uds. creen que el cónsul marfileño va a llamar a un hotelito en Abidjan para confirma la reserva de Nicolás Marino? La respuesta debería ser con claridad “NO” para ambas, y si en algún momento temen que sea un “SI” descansen tranquilos que no hay consecuencias serias para todos aquellos que usamos la inteligencia y la audacia para combatir requerimientos que no tienen sentido.
Así fue cómo obtuve sin problema alguno, los dos visados para los dos siguientes países en el término de tres días. Mientras tanto yo me deleitaba en la casa de Rita, bañándome en la piscina del edificio, comiendo mangos gigantes y baguettes de palta y durmiendo en la cama más limpia y más cómoda desde hacía mucho tiempo.
Ghanas de morir
La ruta por la costa atlántica desde Accra hasta la frontera con Costa de Márfil es una de las más transitadas del país, y a excepción de algunos sectores muy bonitos de playas bordeadas de cocoteras, todo el camino es bastante aburrido y lleno de tráfico. La actitud de los ghaneses del sur es también equivalmente a la de la gente del sur de Benin. Los percibo mayormente como gente más seria y amargada, y sin las sonrisas alegres y relajadas de la gente del centro y del norte. Por eso tiendo a avanzar bastante rápido cada día.
Curiosamente, una de las personas más alegres y simpáticas que conozco durante aquellos días es el dueño de un negocio de fabricación de ataúdes al borde del camino, quién diseña y construye ataúdes personalizados según los deseos del muerto o de su familia. Mientras recorro su negocio, necesito unos momentos para ajustar mi mente entre el asombro y la risa y poder mantener la cordura. El jóven carpintero me muestra con entusiasmo sus últimas creaciones: un ataúd en forma de teléfono móvil, otro en forma de barco, otro en forma de fajo de billetes de 50 cedis y algunos más que superan los límites de mi imaginación. Me explica que en Ghana, ser enterrado en un ataúd que represente al finado o la finada, es muy importante para la gente. A lo largo del camino veo uno tras otro negocio de ataúdes, cada uno ostentando sus magníficos diseños, a veces de animales y otras de objetos, supongo que así les debe dar más Ghanas de morir.
Ya cerca de alcanzar la frontera, en una pequeña ciudad me detengo a matar el aburrimiento en uno de los negocios ambulantes más divertidos que encuentro hasta el momento. Colgado de la parte trasera de una Land Rover Defender vieja, un cartel muestra el dibujo desproporcionado de un hombre con un pene erecto enorme y dice: “Man Power” (poder de hombre). De los laterales de la camioneta cuelgan otros carteles más indicando diferentes enfermedades en la zona intestinal y genital. En la parte trasera, hablando concentrado por teléfono bajo una sombrilla, está el comerciante que vende las pociones que se encuentran en frascos de todos los tamaños dentro de su camioneta. Una verdadera colección de elíxires para curar todos nuestros males. Intento hablar con él pero está realmente muy ocupado. Sin embargo, no me voy sin antes preguntarle mientras señalo a “Man Power” - ¿funciona? - Él me responde con un rotundo - “Por supuesto”. - Me monto en mi bicicleta soltando una risa benévola y continúo mi camino hacia la frontera, ahora no tengo ghanas de probarlo.
Hasta la vista Ghana
Ya con muchas ghanas de irme de Ghana llego a la frontera marfileña. Ghana quedará entre aquellos países que caen en un punto gris entre mis preferencias. No puedo decir que es un país donde la haya pasado mal, de hecho en el norte he vivido algunos momentos muy bonitos. La mejor calidad de comida disponible, sobre todo el magnífico jaffa, fue la más grata sorpresa en el país. No obstante, no puedo decir que la he pasado genial y ciertamente, el único momento inolvidable fue el Año Nuevo horrible que pasé en Kumasi junto los estadounidenses de las Peace Corps. Por otra parte el país tiene muy poco atractivo visual, y en muchas regiones, la gente resulta bastante apática o menos cálida, sobre todo en comparación a los países circundantes de donde vengo. Así y todo, considerando la totalidad de mi experiencia me llevo un recuerdo positivo, si bien tibio, de Ghana a donde no creo que la vida me traiga de vuelta.