El humilde orgullo de ser buenos
Humildad y orgullo son cualidades que raramente van de la mano. La realidad es que en general, una anula a la otra. Sin embargo, cuando me encontraba solo por un momento cuidando las bicicletas en el muelle de Wadi Halfa, una mujer envuelta en un colorido tob se acercó a hablar conmigo a demostrarme lo contrario. Su vestimenta me permitía verle tan solo los ojos por un lado, y sus manos y pies exquisitamente decorados con henna por el otro, pero el tono de entusiasmo y de dulzura con el que se dirigía hacia mí eran suficientes para revelar el espíritu alegre de su persona. Me preguntó en muy buen inglés con acento árabe:
- ¿Dónde vas a llevar esas bicicletas?
- Bueno, no las llevamos, “las pedaleamos” - le sonrío
- ¿Cómo pedaleando? ¿Aquí en Sudán, hasta Khartoum? - no le veo la boca pero sé que la tiene abierta de la sorpresa
- Claro, venimos desde China en bicicleta – sonrío sabiendo que no ha escuchado algo así antes.
- ¿Desde China??? ¿en bicicleta??? no, pero eso no es posible!! .. ¿que cómo? ¿que cuándo?.... ¿y Sudán? ¿Por qué han venido a Sudán?
- Bueno, es que me han dicho ya varias personas que los sudaneses son muy pero muy buena gente y no me quería perder de conocerlos porque viajo por el mundo en busca de conocer gente y aprender de ella....
Me mira contenta (se nota hasta detrás de tanto envoltorio) y con gran determinación declara:
- Es cierto, los sudaneses somos muy buena gente. Sí sí, muy buena gente en Sudán- repite. - Los van a recibir muy bien aquí. Mira, aquí te anoto mi teléfono y me llamás para cualquier cosa, en cualquier momento y a cualquier hora para lo que necesiten-.
Un comentario así en cualquier otra parte del mundo probablemente resultaría horriblemente pedante y sentaría la base de la principal sospecha de que eso no es verdad. Por otra parte, en los lugares que también se caracterizan por tener muy buena gente, lo más probable es que ningún local se anime siquiera a decirlo abiertamente. Sin embargo, el tono de las palabras con las que esta mujer lo dijo, y el modo, una mezcla de alegría, sinceridad pero sobre todo convicción, me demostraron que efectivamente se puede estar orgulloso de algo tan simple como ser bueno y no sólo no sonar soberbio diciéndolo sino tampoco necesitar callarlo por miedo a dar la imagen incorrecta. En palabras concretas, esta mujer no hizo más que confirmarme de antemano lo que efectivamente probaríamos todos y cada uno de los días que pasaríamos en Sudán con la gente más buena del mundo. Fue la primera vez de muchas otras que le seguirían, en los que la gente reconoce orgullosamente que la bondad desinteresada es una fuerte característica de ellos .
Sentirse una bendición
Ya lo he contado anteriormente, está escrito en el Corán: un invitado es una bendición. En casi todo el mundo, cuando uno es invitado a una casa ajena uno se siente como mínimo bienvenido. En el Islam sudanés, sin embargo, uno no se siente simplemente bienvenido, se siente como lo dice el Corán, una bendición. Son los sudaneses quienes detienen el mundo y te corren una montaña de lugar si es necesario, sólo por agasajarte. Pero no es un agasajo en forma de homenaje o idolatría como ocurre en algunas culturas, todo lo contrario, es el más hermoso de los regalos, los musulmanes te agasajan haciéndote parte de su vida misma, de su propia familia, y por familia entiéndase no sólo los parientes sino todo el entorno inmediato de amigos y vecinos.