Cuando uno llega al Nilo luego de pasar semanas en el desierto, recién ahí puede comprender completamente su relevancia histórica y actual. Es fácil de ver que sin él, la civilización egipcia seguramente no hubiera tenido la oportunidad de existir (o al menos no con tal grandeza), ni el Egipto de hoy sería siquiera posible. El Nilo genera una franja de fertilidad en pleno desierto que se extiende por miles de kilómetros y en torno a la cual gira la vida en el país. No es casualdiad entonces que la mayor cantidad de población del país se asiente en mayor o menor proximidad de sus orillas, y allí nos hayamos encontrado una vez más con el tráfico, el ruido pero también con la vida que sólo es posible gracias a él.
Es en cuestión de tan sólo un puñado de kilómetros que ocurre la transición de la aridez a la fertilidad, de la ausencia de vida a la sobrepoblación. Infinitas plantaciones de caña de azúcar se extienden a ambos lados del camino, los hombres que las colectan pasan con sus carros cargados tirados por burros. La gente nos regala varias en cada parada. Se les arranca la capa gruesa con los dientes, se escupe y luego al masticarla fuerte se exprime el jugo que lleva adentro, que a pesar del calor, se mantiene frío. Si bien esdelicioso, es una tarea rompe dientes y luego de la explosión de dolor que sufrí en una muela en Mongolia producto del exceso de azúcar que me tuvo sin dormir una semana, decidí no arriesgarme a repetirla.
20 km antes de llegar a Luxor avanzamos por una calle de tierra a lo largo de un canal secundario del Nilo para evitar la locura del tráfico. Allí nos encontramos con la vida de los campesinos que viven de los cultivos producto de esta franja de tierra fértil. Nos ven pasar con suma sorpresa y no dudan en invitarnos a sus casas. En una de las casas, Mohammed, el único que hablaba un poco de inglés me dice que aquí (refiriéndose a todo el barrio) son todos hermanos, son una única familia que se ayuda mutuamente y todo es de todos. Mohammed, otro vecino de Mohammed de piel oscura curtida por el sol y unos ojos verdes traslúcidos posa orgulloso junto a su madre. es el número 10 de 14 hermanos. En Egipto, pareciera que 9 de cada 10 hombres se llaman Mohammed (el nombre del Profeta). Al pasar los días, cada vez que conocíamos a alguien nuevo directamente nos arriesgábamos a llamarlo Mohammed sin saberlo de ante mano y casi siempre sin excepción acertábamos. No me quiero imaginar cómo se resuelve la situación en una escuela al pasar lista en un aula llena de pequeños Mohammeds.
La vida es muy sencilla, son campesinos pobres pero su vida es digna aún siendo rural. Viven en casas de barro de muros gruesos y pocas aberturas, los preservan del intenso calor afuera. Entrar en ellas es un respiro de un sol que no da tregua. Cada persona nos quiere llevar de visita a su casa para conocer a su familia, son todos sumamente afectuosos. El agasajo que nos hacen me deja sin palabras, gente que lo da todo por complacer a un invitado, aún cuando es un completo desconocido. En cada casa nos espera un almuerzo enorme, refrescos, fotos con ellos.
Lo que intentó ser una visita corta terminó siendo una agradable estadía de medio día. Al partir, decenas de ellos nos despedían desde las puertas de sus casas hasta vernos desaparecer en el camino.
El peor lugar del mundo
Agra ocupó tradicionalmente el puesto número uno por lejos en mi lista de lugares que más aborrezco de este planeta, yo creía que era insuperable....hasta que llegué a Luxor. Con una concentración de monumentos históricos sin igual que datan de decenas de siglos atrás, Luxor es un museo al aire libre, un espectáculo único, uno puede pasearse por días visitando templos y tumbas faraónicas extraordinario. Pero lamentablemente está infestado de vendedores agresivos cual cocodrillos en ayunas, especialistas en intentar quitarte la mayor cantidad de dinero posible, en la menor cantidad de tiempo. Caminar por sus calles resulta una tarea insoportable. No se puede caminar más de 10 metros sin tener a alguien presionándote para venderte algo. Ninguna forma de “NO”, amable, neutro, agresivo, es aceptado como respuesta. No se aceptan los “NO” y te persiguen, y te interrumpen y te presionan. No es una experiencia agradable, requiere mucha paciencia por no decir control mental. Uno no puede mantener una conversación al caminar porque es interrumpido continuamente, se ponen agresivos al insistir una y otra vez, caminan a tu lado por decenas sino centenas de metros y se ponen delante de uno interrumpiendo el paso si uno los intenta ignorar. No hay forma de lidiar rápido con cada uno de ellos, porque en el punto que uno desiste te aborda el que sigue y así todo el día. La situación se hace peor al ser prácticamente los únicos extranjeros en la calle, todos vienen a nosotros. Ha llegado a ser un problema tan grande que hace algunos años la policía ha tenido que comenzar a intervenir, aunque si esto es cierto, no quiero imaginar lo que debe haber sido antes. Combatiendo esta situación hemos visitado los templos más relevantes y debo decir que haber estado en persona caminando por la sala hipóstila de Karnak es una experiencia imperdible, mucho más increíble que haber aprendido a dibujar el templo entero para el exámen de Historia I en la universidad. En Karnak, más que en las pirámides, entendí la adaptación del término “faraónico” para definir a algo de dimensiones colosales.
Afortunadamente, encontramos un refugio a esta pesadilla llamada Luxor en la casa de Ernesto, un chico uruguayo de primera, que hace 3 años decidió hacer un cambio de vida y optar por Egipto, su pasión. Allí vive en un pueblito a 13 km en las afueras de Luxor, donde construyó su propia casa y fue “adoptado” por una familia local. Lejos de la vorágine del turismo, mientras hace su carrera de egiptólogo, su casa es un oasis en el infierno y él, el mejor guía posible para entender en profundidad los monumentos de Luxor. Sin embargo, lo más importante es que hemos festejado nuestro encuentro de “vecinos” con un asado, al mejor estilo argentino/uruguayo (con carne brasilera) para hacer justicia a nuestros orígenes.
Luego de unos días allí iniciamos los últimos 200 km hasta Aswan por la ruta que sigue la dirección del Nilo. A pesar de tener bastante tráfico y estar poblada en casi su totalidad, pasamos por pueblos de casas de barro encantadores donde a las casas de té del camino los hombres van a beber té, fumar shisha y jugar dominó.
Los pueblos de esta región tienen esa hermosa cualidad de parecer que están detenidos en el tiempo y todos los días son como si fuera un domingo a la tarde. Aún así, no entiendo por qué, en un control policial nos pusieron una escolta, con una camioneta que nos acompañó conduciendo lentamente detrás nuestro por unos 30 km.
Ya muy cerca de Aswan a tan sólo una veintena de kilómetros, la ruta se pega al Nilo. Es tan hermoso que es irresistible, es uno de los ríos más largos del mundo y uno de los más importantes históricamente. En este punto de su curso es de color azul, transparente, está bordeado de palmeras, arbustos verdes y dunas amarillas detrás, la combinación cromática es exquisita. Hacía mucho calor, faltaba un día para mi cumpleaños y no lo dudé un segundo, decidí darme un baño purificador en este río emblemático para despedir estos 35 que ya se van. Me sumergí completamente una y otra vez y me sentí feliz y lleno de vida.
Llegamos a Aswan luego de 1650 km desde que habíamos salido de El Cairo. Este es el último punto al que podemos llegar en bicicleta, la ruta hasta la frontera sudanesa pasa por una zona militar prohibida para los extranjeros, así que aquí debíamos tomar el barco hasta Wadi Halfa, en Sudán, en el otro extremo del lago Nasser a más de 300 km.
Aswan tiene una costanera hermosa pero los efectos de la falta de turismo son notables aquí también. Decenas de “cruceros” del Nilo se encuentran varados oxidándose en el agua. Aún así tampoco faltan los acosadores y es muy difícil caminar tranquilos por ella, prefiero meterme dentro de los barrios y perderme por varias horas para conocer a su gente.
Durante el día la gente elige quedarse puertas adentro. No los culpo, la temperatura está alcanzando ya los 46C todas las tardes, parezco ser el único masoquista deambulando por las calles. Lo más extraño ocurre cuando nos cruzamos con gente que nos saluda sonriendo, exclamando: Welcome to Alaska!! Es realmente muy gracioso, en Aswan particularmente nos lo dicen una y otra vez, es admirable el humor sarcástico de esta gente que nos da la bienvenida a Alaska sabiendo que sufrimos el calor infinitas veces más que ellos.
Tampoco puedo imaginar qué ganas puede tener una mujer fantasma envuelta en su negab negro de salir a la calle con este calor, no sé cómo lo toleran.
En Aswan pasamos nuestra última semana en Egipto, descansando, dejando que mi rodilla siga recuperándose, tramitando la visa de Sudán y esperando la salida del barco. También nos encontramos de vuelta con Scott y Sara que llegaron un día detrás nuestro.
Egipto ha sido una sorpresa. Es uno de los lugares más turísticos del mundo y el mismo ciertamente tiene un efecto muy negativo, el peor que he experimentado hasta el momento. Aún sin haber turistas es un problema, o quizás sea esto lo que lo hace aún peor. Pero está 100% limitado a algunos puntos específicos, incluso dentro de una misma ciudad. Es tan fácil de evitarlos, que al fin y al cabo, para quien se mueve con independencia, no es un verdadero problema. Saliendo de aquellos lugares, la gente es realmente increíble, simpática, hospitaliaria, nos ofrecen constantemente ayuda, nos invitaron incontables veces a tomar el té, en la ruta han parado una y otra vez a ofrecernos comida y agua. En las estaciones de ambulancia uno tiene cama y comida asegurada y de encontrar una casa, es tan sólo cuestión de pasar a saludar para encontrarse con una gran bienvenida seguida de una invitación a quedarse. Me podría haber quedado tranquilamente un mes más en Egipto y es un país en el que no dudaría mucho en volver. Dejando un poco de lado mis molestias con el turismo irresponsable, debo decir que me ha dado mucha tristeza ver a tanta gente buena y honesta estar sufriendo por la ausencia total de visitantes. Es muy duro verlo y la gente habla continuamente de cómo ha visto su condición económica deteriorarse en estos tres últimos años de “revoluciones” hasta perderlo todo. Por ellos, todos los que demostraron su afecto desinteresado, deseo que la gente le pierda el miedo innecesario a Egipto. Los medios anuncian cosas que, o no existen o son tan puntuales que es muy fácil evadirlas para evitar cualquier peligro. Los egipcios son los primeros que se desviven por mostrarnos que estamos en un lugar seguro, que no temamos, y ciertamente no tememos. Egipto es excepcionalmente seguro, hasta hace tan sólo un año o dos, los egipcios no conocían el crimen. Hoy, la situación desesperante lleva a que haya algún robo aquí y allá, pero son aún casos muy aislados. Lo digo una vez más: PIERDANLE EL MIEDO A EGIPTO! No crean en lo que ven la TV. Vayan y serán sorprendidos con hospitalidad y grandeza.