El norte sucio de China y mi nueva bicicleta.

Con un apetito voraz cruzamos la frontera. No era tanto el hambre en sí mismo sino la necesidad imperiosa de comer bien, de comer sabroso y nada mejor que estar de vuelta en China para una sobredosis de sabores. Se paga el precio alto de cambiar una tierra mágica de cuentos por volver a la factoría del planeta, y la vuelta se siente como el más brutal de los cachetazos a la cruda realidad. Era inevitable de todos modos porque tarde o temprano debíamos dejar el cuento. 

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La tierra envenenada

Ya en el tramo final de desierto en camino a Zamyn-Udd uno podía avistar el cambio en el horizonte. Hacia delante, veíamos el horizonte chino y el azul inmaculado ya no se extendía indefinidamente sino que se desvanecía en un gris turbio y purulento. Ya entrados en China, quedaron unos 300 km de desierto de Gobi muy feos, carentes de todo atractivo. Un escenario chato, infinito y apagado, lleno de gigantes torres de alta tensión, un volumen de tráfico notablemente molesto y un viento ahora sí, completamente en contra muy difícil de tolerar. Sin embargo, lo peor vendría en el tramo final de 300 km antes de Beijing, al atravesar la temida provincia de Hebei 河北.

 El altísimo precio que China debe pagar por insistir en sostener un crecimiento que es insostenible, insostenible para ellos e insostenible para el planeta entero es espeluznante.

Hebei es la historia que ocurre detrás del escenario, lo que no se ve en la China que los medios tanto se esmeran en mostrar como brillante y lujuriosa, con niveles de desarrollo, progreso y éxito inimaginables. Hebei es el lugar que casi ningún turista que pasa por China visita. Entrar a Hebei es como ir de paseo en una nave espacial por una galaxia y caer en un agujero negro. Un lugar de desasosiego donde el acto más vital de nuestra existencia: respirar, lastima los pulmones. Hebei es, entre otras cosas, uno de los grandes centros industriales y específicamente carboneros de China. El ambiente es simplemente desolador. El aire es denso en partículas de polvo, carbón y los residuos despedidos por las chimeneas de las industrias que se suceden una tras otra a lo largo de todo el camino. El tráfico de hileras interminables de camiones rugiendo es inagotable, día y noche. El cielo literalmente deja de existir, en Hebei no se ve nada semejante a él. Lo único que se ve es una espesa neblina indudablemente venenosa que nos priva de la bendición del sol. No pasaron más que unos pocos kilómetros pedaleando en este escenario para encontrarnos con nuestras caras completamente negras, sucias como si nos hubiéramos pintado adrede para algún ejercicio de servicio militar. Manos, cuello, las prendas, todo se vuelve negro, el hollín se acumula en forma de una capa espesa inmunda y grasosa. Es espantoso pensar que lo superficial es tan sólo lo menos importante, y aterrador saber muy bien que uno está respirando veneno, que luego de haber vivido en un cuento, ahora los pulmones duelen al inhalar con cada pisada en el pedal. Miles de cosas ocurrían en mi cabeza, el conflicto, tratar de comprender cómo se puede seguir con esto. Es este mismo comportamiento desmedido para sostener un modelo de mundo enfermo basado en el exceso y el despilfarro el que está justamente aniquilando a un paso irreversible, el pasto de las estepas que recién veníamos de recorrer, derritiendo los hielos de los glaciares y las nieves de los picos que alguna vez llamamos eternas, aumentando la frecuencia y violencia de las catástrofes, desertificando tierras fértiles, agotando el agua potable, trayendo con ello la extinción de tantas especies animales y culturas ancestrales que ya no pueden seguir subsistiendo

  Esto no es culpa de China, es culpa de TODOS por insistir en perpetuar este modelo de mundo que vivimos. Les puedo decir que pedalear el último día entre Zhangjiakou y Beijing fue una de las experiencias más horrorosas vividas y no por las molestias sino por vivir en carne propia las entrañas de la auto-destrucción hacia la cual nos dirigimos como especie si esto no se detiene de algún modo y rápido. Pasa en China, pasa en India, en Brasil y en todo el mundo industrializado, y si no pasa en los países ricos (o pasa menos) es porque transfieren sus prácticas letales para que los periféricos las ejecuten a su conveniencia. 

La ansiedad y la desesperación por no prolongar nuestra estadía en este lugar nos llevó a estar casi 14 hs en el sillín rompiéndonos el culo por 225 km hasta llegar finalmente a la 1 am exhaustos con nuestros cuerpos en estado paupérrimo, a la casa de nuestros grandes amigos Shao Ming y Xiao Ming que ansiosos nos esperaban. Fue una experiencia para reflexionar, para promover cambios de vida, cambios en nuestra mentalidad y en las elecciones que hacemos todos los días, todo se trata de concientizarnos al máximo y comprometernos, porque es el cambio o el fin. Lo vi más claramente que en cualquiera de las decenas de super documentales de tono trágico que haya visto antes.

Las sonrisas no van con el tono del mensaje pero así es como llegamos (julia ya se había lavado la cara dos veces, y yo también!) probablemente felices de haber salido de Hebei

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 Duchas de dos horas y cuatro lavados continuos de la misma ropa fue lo que llevó sacarnos la mugre de semanas y el olor a oveja ,mezclados ya con la contaminación ambiental. Estábamos una vez más en casa, esta vez habíamos planeado quedarnos por una semana solamente y esta vez se extendió a 23 días, fue inevitable.

Dharma

Durante siete años pedaleé con Nandi, la mejor bicicleta que pude pagar en Teherán, allá por el 2006 cuando en el término de una semana había decidido convertirme de mochilero a viajero en bicicleta y dejar que la experiencia cambiara no sólo mi forma de viajar sino de sentir el mundo. Nandi, nombre con el que se conoce al toro, transporte del dios Shiva, dios de la destrucción del trimurti hinduísta, pero sin el cual la creación no sería posible, me llevó por más de 35.000 km a lo largo de este mundo. Fueron comienzos duros pero que transformaron mi vida. Nandi no fue más que una bicicleta de montaña y que con el tiempo la volví una híbrida más adaptada para los viajes largos. Aún así, por mucho que la quisiera, no perdió nunca  su naturaleza de ser de montaña y debo reconocer que el cuerpo dolía luego de largos días de viaje. Esto me llevaba a añorar un poco las bicicletas de viaje que usaban viajeros que me cruzaba en los caminos. La experiencia de test driveen Mongolia con las bicicletas de la marca de Shao Ming y Xiao Ming me dejó tan satisfecho que cuando volví les dije: "la bicicleta es genial pero en tamaño 28" no es lo suficientemente flexible para un viaje de la naturaleza del mío." Y pregunté: "Me pueden adaptar un cuadro para ruedas 26"?" Shao Ming y Xiao Ming, que recién traían de fábrica un modelo nuevo y mejorado de la versión que usé en Mongolia, estudiaron la factibilidad y dijeron que sí, que iban a preparar un modelo exclusivo para mí y que me proponían ser mis sponsors.

Qué lujo el mío! Amigos como pocos. Tres meses antes, Shao Ming no nos conocía, nos recibió en su casa/taller, vivimos gratis, gestamos una relación de hermanos y finalmente me sponsorean con su mejor modelo de bicicleta. Así nació Dharma, el nombre con que he bautizado a mi nueva bicicleta, una Boskey Overlander, la mejor bicicleta que tuve hasta el momento. Cuadro de Chromo-Alloy (chromolly) 4130, el nivel más alto de calidad en el mercado y una comodidad que me puede llevar por una docena de horas arriba del sillín sin sentir el menor cansancio muscular al final del día.

Dharma, es un nombre propio de origen tibetano y es también el nombre con el que se conoce a la serie de enseñanzas dictadas por Buddha para el camino hacia la iluminación. Con ella, continuaré mi camino en la ruta hacia Corea y Japón, y por supuesto mi camino hacia la iluminación. ;)