Descanso

Si bien la selva es un lugar fascinante, el mismísimo hecho de permanecer allí es agotador. Es el calor día tras día que nunca deja de oprimir, la humedad pegajosa que no te deja oler bien por más de 20 minutos después de cada baño, los bichos voladores de todos los tamaños que te agobian pegándose a tu cuerpo y zumbando en tus orejas, la falta de buena comida y comodida básica. Permanecer mucho tiempo en la selva se puede volver una experiencia exhaustiva. Sumado a todo esto, la acumulación de mi cansancio físico, y de meses de dormir en el piso y alimentarme mal, me llevaron a estar ansioso por un poco de confort, por eso acepté con avidez la invitación de Rod, que llegó de boca en boca hasta la aldea de Louie donde yo estaba, luego de que a él le llegara de boca en boca mi presencia en la región.

Rod y su mujer, Tam, son sudafricanos y llegaron a la región hace una década para dirigir el hotel que habían comprado, el Sangha Lodge. Situado en plena selva, a orillas del Sangha y con unas vistas que quitan el aliento, el negocio era perfecto para llevar turistas de alto poder adquisitivo amantes de la fauna y en busca de algo verdaderamente remoto y diferente.  El hotel está a poca distancia de la magnífica reserva de elefantes donde trabaja Andrea, y del parque nacional Dzanga Sangha para avistar gorilas, como también es el paraíso para los amantes del avistaje de aves exóticas. 

Pero no todo funciona tan fácil en lugares del mundo tan volátiles. La altísima inestabilidad política de la región, la enorme dificultad de acceso por la falta de insfrastructura mantuvieron a Rod y Tam mayormente aislados luego de un período inicial de prosperidad. El punto culminante fue cuando poco más de un año atrás, entre 2013-2014, la eterna guerra civil en la República Centroafricana alcanzó uno de sus picos más altos y Rod y Tam (y también Louie y Andrea) tuvieron que ser evacuados cuando las milicias cristianas Anti-Balaka tomaron Bayanga para combatir a las milicias islámicas Séleka y el lugar se volvió un infierno peligroso. Por varios meses tuvieron que exiliarse, y tanto el hotel como la reserva de Andrea fueron tomados y saqueados por las milicias. 

Ahora en 2015, llego luego de algunos meses desde que las milicias retrocedieron y Rod y Tam pudieron volver al hotel para tratar de reiniciar su negocio. Pero las cosas no están bien porque el turismo de alta categoría es generalmente el más susceptible a aterrarse y el primero que al leer un titular de un diario cambia sus planes, sin importar que la región haya vuelto a ser completamente segura por el momento, y su hotel está vacío hace meses. Allí llegué yo,  en un momento que unos amigos namibios de Rod estaban también de visita, junto a otro amigo sudafricano, Ian Sinclair, uno de los expertos mundiales en avistaje de aves y autor de uno de los libros de aves más renombrados. Con ellos pasé 3 días increíbles en este lejano paraíso que sería totalmente inaccesible para mí si estuviera funcionando normalmente.

Las aves nunca me han llamado especial atención pero debo reconocer que verlas a través de los ojos de estos fanáticos de ellas, me ha abierto un poco la perspectiva. Ian Sinclair ha visitado 167 países tan sólo para estudiar y avistar aves y compilar uno de los manuales más completos en la materia. Esta gente no sólo lleva todo el equipo óptico de lentes para poder verlas en detalle, sino que tienen aplicaciones en sus teléfonos que incluyen el canto particular de cada especie de ave reconocida en el mundo. Cuando están en la región donde se encuentra tal o cual ave en particular que desean ver, no tienen más que conectar sus iPhones a los altavoces y reproducir el canto del ave elegida en la aplicación. En muy poco tiempo, este engaño funciona para atraer a las aves reales, quienes mágicamente se acercan a donde estamos y con su canto responden al canto reproducido por la aplicación. Yo, me quedé sin palabras.

 Sinceramente yo sólo quería estar panza arriba todo el día descansando pero no me permitieron negarme a participar en una de sus expediciones para ver aves exóticas en el medio de la selva. Partimos en lancha río arriba por el Sangha y desembarcamos en el medio de la nada una hora más tarde. A eso le siguió una extenuante caminata empinada entre piedras y lianas por el medio de la selva a 35 C y 1700% de humedad. Empapado en mi sudor bajo un sol intolerable, a lo largo de ella me devoraron enjambres de jejenes, que orbitaban desquiciadamente alrededor de mi cabeza y eran tantos que con tan sólo respirar me los tragaba. Si tan sólo tuvieran proteínas pensaba, al menos se me haría más fácil tolerar esta miseria. Nunca creo haber maldecido tanto a las putas aves, y para cuando llegamos al punto culminante, luego de 3 horas de sufrimiento, y encontramos al Picathartes, yo quería tirarle un piedrazo para matarlo.

Mira! Mira! Mira!  Allí está!!! -  Exclamaban los cuatro, con un entusiasmo que no contribuía a mejorar mi mal humor.
Allí a lo lejos, entre una encrucijada imposible de lianas, se encontraba este bicharraco con alas, amarillo y rojo, y a medida que me auto-flagelaba pegándome cachetazos para quitarme a los jejenes de encima, pensaba para adentro: - "¿en serio? ¿Todo este infierno para ver a este bicho de mierda? " -  y decía para afuera esgrimiendo una sonrisa -" ¡Guau! ¡Qué ave tan fascinante!"

 Ian me miró y me dijo con orgullo, como si los jejenes no existieran: "¡Si algún día te cruzas con otros avistadores de aves, diles que has visto a un picathartes, y morirán de envidia!" - Y yo mientras forzaba los músculos de mis mejillas para fabricar una sonrisa pensaba: - "Más me gustaría decirles que soy el orgulloso asesino del experto internacional en bichos con alas que me trajo a hasta aquí"

 Para finalizar el día, a la vuelta, una de las tormentas torrenciales típicas del trópico nos tomó por sorpresa en el bote, arrojando suficiente agua como para hundirlo, pero ni toda el agua del mundo alcanzaba ya para aliviar el insoportable escozor en toda mi piel por las picaduras de los jejenes. Para cuando volvimos al hotel, me fui directo a dormir a las 17hrs y olvidar aquella tarde para siempre.

Pero a excepción de este episodio, todos eran gente maravillosa, hospitalaria, y he aprendido muchísimo de la naturaleza con ellos. Entre otras cosas tuve la alegría de tener encima a los dos hermosos pangolines que crían Rod y Tam, un animal rarísimo en peligro de extinción debido a la caza furtiva producto de la inmensa demanda de sus escamas para la medicina vietnamita. 

Fueron días hermosos y me despedí de Rod y Tam enormemente agradecido por su invitación. Ahora ya estaba listo para volver a la aldea de Louie porque sinceramente los extrañaba mucho a mis pigmeos.