-Ça c'est la guerre! (eso es la guerra) - Parte 1
Me llevó dos semanas duras a través de la selva hacer los 550 km hasta el último pueblo en el noreste de Gabón y allí, en Mekambo, lo más fácil había terminado. Llegaba con la intención de volver a cruzar al Congo pero sin tener certeza alguna sobre si eso sería posible. Por consiguiente, mi primera tarea en el pueblo era averiguarlo. Durante la primera hora preguntando a la gente local, no sólo nadie sabía si era posible, sino que la mayoría ni siquiera parecía tener noción de que el Congo está a menos de una centena de kilómetros de allí.
Justo cuando comenzaba a preocuparme, me encontré con 3 mototaxistas que con total seguridad me dijeron: "claro que se puede, es por allí!" señaló uno. En tanto que otro agregó: "pero....¿es que tú piensas ir con eso?" - dijo dubitativo mirando la bicicleta. -No conozco otro medio- le respondí sonriendo. Finalmente pregunté para corroborar -¿y dónde me sellan el pasaporte?. -Eso es aquí mismo a 200 m- respondió el tercero. -¿Aquí mismo, seguro? Si todavía faltan 80 km para la frontera! -. Es que tu no sabés hacia dónde vas mi amigo.....
No puedo negar que me inquietaba un poco la posibilidad de quedar atrapado en el medio de la jungla, pero aún así me dirigí a la policía donde me confirman que efectivamente debo sellar mi pasaporte allí. El oficial de turno también me explicó que el camino que yo quería hacer hacia Sembe no existía, se lo había tragado la jungla y mi única opción era ir por uno hacia el este que yo desconocía completamente. Por último, al devolverme el pasaporte agrega en tono relajado: -si no llueve mucho, el camino va a estar bien, ve tranquilo-.
No pasaron más de 5 minutos luego de salir de la oficina, que un diluvio infernal se desató sobre Mekambo. Era tan fuerte que no se veía a más de 10 metros adelante y debí parar a refugiarme bajo el techo de una casa. Allí llegó un vecino curioso a preguntarme qué hacía y conversamos mirando la lluvia.
- ¿Hacia dónde vas?
- Hacia el Congo - le digo - ¿Conoces el camino?
- Sí, claro! Tienes que seguir derecho por aquí.
- ¿Sabes en qué condición está?
- mmmm - lo piensa un rato y continúa: - De aquí a la frontera está bien, quizás haya un poco de barro, pero creo que no tendrás problemas. Ahora bien, en el Congo.....eso es la guerra! <Au Congo, ça c'est la guerre!> (en sus propias palabras)
- ¿Y hay algo de tráfico? - le pregunto, ya que si quedo atrapado, me gustaría saber si alguien podría rescatarme
- No, por allí ya no pasa nadie, es un infierno para los vehículos.
Mentiría si dijera que luego de su descripción no me preocupé un poco, sobretodo mientras al escucharlo veía cómo estas cataratas que ahora caían del cielo, borroneaban las formas de las casas de enfrente. Sin embargo, nada de esto me hizo dudar ni por un segundo en seguir adelante, llegé hasta aquí dispuesto a todo y no pensaba detenerme. Lo más importante era confirmar que no tendría que volver atrás.
El vendaval tardó más de una hora en vaciar el agua que sospecho, era suficiente para llenar 20 estadios de fútbol. Una vez que adquirió condición de lluvia normal decidí emprender la marcha, después de todo, iba hacia la incertidumbre total y los días en el trópico son muy cortos. Los primeros 25 km fueron una delicia, la vegetación se volvió aún más espesa y a pesar de haber mucho barro e ir lento, la consistencia del camino era más bien dura. La emoción me invadía, seguía penetrando más y más profundo en la selva ecuatorial, solo, rodeado de plantas, matorrales, árboles gigantes, millones de bichos y animales cantando al unísono, no podía pedir más.
A pesar de que cada vez se volvía más trabajoso avanzar, lo cierto es que todo estaba resultando inusualmente fácil y eso me permitió hacer en tan sólo 4 horas los primeros 45 km. Pero fue ahí mismo, a mitad de camino, cuando la realidad se revirtió abruptamente. De repente, ese mismo camino sólido que me habías llevado hasta allí perdió consistencia y las ruedas de la bicicleta comenzaron a zanjar el suelo como si fuera manteca. Ya no podía pedalear más y me tocaba comenzar a empujar, pero aún así, la densidad del barro era tal que se pegaba en bloques a las ruedas hasta obstruirlas completamente. Especialmente, en la rueda trasera, el guardabarros literalmente guardaba el barro y la rueda dejaba de girar.
No quería perder el optimismo y decidí seguir empujando creyendo que sería tan sólo un sector antes de que todo volviera a la normalidad. Pero cada metro que empujaba se volvía más miserable, el sudor bañaba mi cuerpo, y cada 4 o 5 pisadas debía hundir mi mano en el barro de la horquilla para desbloquear la rueda. Al poco tiempo, el dolor en los dedos al raspar con las piedritas en la masa de barro, se volvió tan intenso que tuve que dejar de hacerlo. Entonces decidí comenzar el tedioso e inmenso esfuerzo de descargar la bicicleta y comenzar a llevar todo por partes en diferentes idas y vueltas hasta salir del infierno. De esta manera, pude avanzar los primeros 500 metros en 1 hora y lograr 1.5 km en 3 hs, pero el infierno no acababa. Continué a pie a fin de tratar de ver cuánto me quedaría pero en menos de 100 metros los bloques de barro se pegaban a las sandalias y ya no podía siquiera caminar sin romperlas del peso que adquirían. Al volver a la bicicleta, me di cuenta que estaba completamente atrapado en la selva. No podía arrastrar la bici, no podía caminar y sólo me restó sentarme en el piso, y quizás, esperar un milagro.
Sentado allí en el barro, tratando de evaluar mis opciones, sólo podía pensar en que si esta era la parte más fácil, entonces cómo sería "la guerra" en el lado del Congo. ¿Dónde demonios me había metido? No faltaba mucho para que cayera la noche y las perspectivas no eran buenas. La realidad se cernió sobre mí y por primera vez creía que no iba a poder lograrlo. Habrían pasado unas dos horas, seguía allí atascado y desmoralizado. No podía digerir de ningún modo la idea de tener que volver para atrás, y fue en ese momento donde de la nada, oí el rugir de un motor a lo lejos. Podía también escucharlo desgarrarse en el barro. Me puse de pie inmediatamente para recibirlo, aunque tardó más de 10 min en llegar. Finalmente, una pick-up que parecía venir de atravesar el último bombardeo a Baghdad, paró delante mío.
Su conductor se bajó con una botella de cerveza en la mano con cara de preocupado ante mi estancamiento :
- ¿ pero qué demonios haces aquí mi amigo? - me preguntó riéndose
- Pues ya ves....atrapado en este barro infernal, no puedo ni mover la bicicleta, ni caminar!. ¿Sabes si esto sigue así hasta el Congo? - le pregunté preocupado
- No, claro que no! Es mucho peor!! - y lanzó una carcajada - pero no te preocupes, todo es posible, TODO ES POSIBLE - repitía - Vamos a cargar tu bici y sacarte de aquí que voy para el mismo lado.
No tenía otra opción que confiar en él, porque no sabía cómo carajo entrarían mis cosas en esta camioneta rebalsando de mercaderías, pero luego de varios minutos, entre Jean, su ayudante, y yo, lo logramos. Eso sí, tenía terror de que mi bici no sobreviviera los próximos 20 km. Africa nunca deja de sorprenderme, es un universo donde lo inimaginable es siempre totalmente factible y lo imposible nunca es una variable a tener en cuenta.
Jean es un tipo simpatiquísimo. Schumacher, Hamilton, Sebastien Loeb y todos esos improvisados que corren cochecitos de lujo deberían taparse la cara de vergüenza y revolcarse de envidia al verlo pilotear este galeón de parabrisas destrozado y neumáticos lisos como la seda. Con una mano al volante y la otra sujetando su preciada cerveza, Jean arremete por el corazón de la jungla pisando el acelerador a fondo. La pick-up es el doble de ancha que el espacio libre de camino, resbala de lado a lado como un elefante intentando correr sobre una pista de patinaje sobre hielo. Las puertas y ventanas chillan con el estridente sonido de las plantas rasguñando la chapa y el vidrio, y dentro de la cabina vamos saltando al ritmo del más movido soukous congoleño con el volumen a tope. Yo estoy convencido de que en cualquier momento volcamos, pero sinceramente, esta es la corrida más alucinante de mi vida! Siempre quise ser corredor de Rally.