Durante estos 70 días en el país más tecnológicamente avanzado del planeta, hemos visto muchas cosas apabullantes. En cierto punto, luego de bastante tiempo de estar aquí, uno siente que los japoneses están más allá de todo. La realidad de este país es tan pero tan diferente a la del resto del mundo, especialmente a la del tercer mundo, que en algún punto es como un lugar de ciencia ficción. Las actividades, los problemas y las preocupaciones que ocupan la cabeza de la gente son tan radicalmente diferentes a los que me tocó ver en mi vida que a veces me siento en Disneylandia. Tokyo nunca se detiene y la vida transcurre al galope. El famoso cruce de Shibuya, que en hora pico ve pasar un promedio de 100.000 personas por hora, con su despilfarro lumínico y sus alaridos publicitarios, es el ícono que resume el paso frenético de la vida en Tokyo. En cada una de sus esquinas, cuando el semáforo está en verde para el tráfico, la gente se va acumulando como gotas en un tanque de agua, es tanta en tan poco tiempo que cuando el semáforo les da salida, se produce un estallido de personas cruzando en todas las direcciones cual hormiguero luego de ser pisado.
Vida de perros
Les pido ahora que vean la foto de aquí arriba. Los invito a que traten de adivinar qué es. Me voy a aventurar y decir que seguramente pensarán que es el lobby de un hotel de bastante lujo. Pues no, lo que están viendo es tan sólo el acceso a la recepción de un hospital veterinario que en sus 6 plantas incluye quirófanos de última generación, peluquerías, salas de aseo, comida y todo para su mascota. Japón es en este aspecto el inverso al tercer mundo, cuando en aquel a los humanos se los trata como animales, aquí a los animales se los trata humanamente. Tan humanamente que a veces parece una burla. Les presento a
Montjiro es un perro elegante que pasea por las calles de Tokyo junto a su amo orgulloso de él. Si bien las boutiques de perros abundan por todo Japón, Montjiro es un perro más exquisito porque viste ropa especialmente diseñada para él por la madre de su amo. Más que un perro, Montjiro es un señor, y al solicitárselo, se pone de pie para dar la pata amablemente.
Seguramente pensarán que Montjiro es una excepción, pero no lo es. Son incontables los perros como Montjiro que pasan por delante de los ojos en las calles de Japón, aunque Montjiro es de hecho un ejemplo porque camina. En Japón, muchos perros no caminan al salir a pasear, sino que son paseados como duques en cochecitos diseñados para perros. En ellos van cómodamente sentados mirando las vidrieras junto a sus amos, vistiendo elegantemente.
Algunos claro que son más privilegiados que otros y pasean en cochecitos motorizados con ruedas todo terreno. A ellos se les puede enchufar una manta eléctrica para que un perro vestido de emperador japonés con anteojos de John Lenon pasee calentito en una fría tarde de invierno.
Algunos visten más sport, nada de formalidades para pasear cómodo por la tarde, sobre todo si hay que hacer el ejercicio físico de caminar. Unos pantalones cortos de Jean o de corderoy, con camiseta de animal print alcanza para las tardes otoñales en Fukuoka.
Y algunas perras pasean por las noches vestidas en kimono. Las boutiques de perros abundan y en los supermercados para animales se compra hasta cepillos y pasta de dientes para perros y gatos. No es chiste, la gente les lava los dientes.
Me pregunto a cuanta gente en América Latina, Africa y Asia le gustaría ser tratada como un perro en Japón. En realidad, lo que revela este trato de los perros es una de las tendencias más preocupantes en el país, lo que ya se conoce como el "síndrome de celibato". Según los reportes y estadísticas de los últimos años, los japoneses ven cada vez más a las relaciones de pareja como algo que trae a la vida más problemas que beneficios y una enorme cantidad de gente joven está eligiendo pasar de ellas. Encuestas recientes revelan datos escalofriantes, una juventud que no tiene el más mínimo interés en el contacto sexual o hasta incluso lo desprecia, un porcentaje enorme de adultos menores de 40 que no tienen ningún tipo de relación amorosa y gente que mayormente se acostumbra a vivir sin sexo desarrollando una fobia hacia las relaciones. La gente prefiere dedicarse al trabajo, al shopping y a las amistades virtuales por medio de aplicaciones para teléfonos móviles. De hijos ni hablar, al igual que las parejas, son demasiado caros, no hay tiempo para ellos con tanto volumen de trabajo y quitan el tiempo para la vida de uno. En 2012, en Japón se vendieron más pañales para orín (para viejos) que pañales para niños, tal es la declinación en los nacimientos. Por eso, tener perros y cuidarlos como a hijos parece ser claramente una de las alternativas para llenar la vida afectiva.....sociedad rara esta japonesa. El gobierno mismo teme que si esta tendencia continua así (y todo indica que así será) el pueblo japonés desaparecerá eventualmente. (para los que leen en inglés, este artículo en The Guardian profundiza sobre el tema y no tiene desperdicio alguno)
El arte de defecar
Si hay algo destacable de los japoneses, que se ve a lo largo y a lo ancho del país, es el hacer de todo un arte. En cada cosa, desde la más simple hasta la más compleja, desde un jardín hasta el envoltorio de un caramelo, desde un edificio hasta un inodoro, todo refleja el amor por el detalle y una notable obsesión por la perfección. De este modo, los japoneses han hecho de ir al baño un ritual, casi una experiencia religiosa.
Cuando entramos a un baño en Japón, la mismísima limpieza nos invita a sentarnos gratamente. La tabla ya está a la temperatura calentita adecuada para que no sintamos esa tan espantosa sensación de frío en nuestras nalgas que todos esperamos al sentarnos. Una vez sentados podemos subirla o bajarla. Ahora, supongamos que venimos de una cena romántica y nos acabamos de comer un suculento puré de garbanzos con picantes, judías blancas (porotos) y otros irritantes estomacales. Nuestra pareja está en la habitación contigua ansiosamente esperando que salgamos, pero sabemos que los muros son delgados y si escucha los fuegos artificiales que somos capaces de liberar, la relación se terminará en el acto y no los encontraremos al salir del baño. En Japón, no es un problema, apretamos el botón de música en el tablero, ponemos el volúmen deseado y una hermosa música zen de agua corriendo entre las rocas sonará tapando la aberración de nuestros estruendos más ocultos, haciéndole creer a nuestro compañera/o que en realidad estamos meditando.
Sin embargo, más problemas aparecen en el frente. Esta mezcla explosiva de comida nos hizo dejar una pestilencia que corroe los pulmones y destruye el medio ambiente. Miramos a nuestro alrededor, no hay desodorante, empezamos a desesperar mientras pensamos en excusas para que nuestra pareja no quiera entrar al baño inmediatamente después de que salimos, y ahí, vemos el botón mágico en el tablero de control. Lo apretamos y el inodoro desodoriza todo automáticamente. Nos relajamos y terminamos lo nuestro sabiendo que felizmente, nuestra pareja estará al salir del baño. Con una serie de botones, configuramos la temperatura del agua, el tipo de rocío y la presión deseada, escuchamos unos sonidos robóticos, no sabemos que está pasando y de repente, tenemos debajo del tercer ojo un brazo mecánico que nos riega como a un jardín de margaritas. La sociedad japonesa es bastante machista pero piensa en las mujeres. Apretando el botón femenino, el brazo se extiende para llegar a las zonas exclusivas de las mujeres. Un botón más y una suave corriente de aire nos deja bien sequitos. La magia ha terminado, nos subimos los pantalones, estamos listos para salir, pero nos sentimos tan cómodos con la experiencia que nos queremos quedar. Comenzamos a pensar en qué libros llevar para la próxima vez, qué clásico del cine de más de tres horas cargar en el ipad o a quién no llamamos hace 4 años para llamarlo y ponernos al día.
Lo más impresionante es que no estoy hablando de inodoros de hoteles caros o exclusivos. Estas son las funciones básicas de prácticamente todo inodoro japonés, incluyendo los baños en parques públicos, shoppings, etc. Ir al baño es una de las pocas cosas que realmente voy a extrañar de este país.
El arte de bañarse
Bañarse en Japón es también una experiencia memorable. A lo largo de los 25 días cruzando el país, a excepción de nuestra estadía en lo de Shingo en Osaka, hemos acampado todos los días, y si bien los baños públicos tienen todo lo necesario para higienizarse, no tienen ducha. Esto nos llevó a descubrir los sento, los baños públicos a los que la gente acude a bañarse. A ellos se va a tomar un largo baño donde uno se puede relajar por un buen rato, acicalarse a gusto y sacarse los peores olores de la bicicleta. Una sesión cuesta en promedio 4 dólares y no hay límite de tiempo, uno se puede bañar hasta quedar más arrugado que una pasa de uva. El cuarto de baño es un gran espacio con piletones de agua en diferentes temperaturas, algunas con sales especiales, allí entramos todos (separados hombres y mujeres) como venimos al mundo, sin pudor, niños, jóvenes, adultos y viejos. Uno puede pasar de una pileta con hidromasaje a 41C a una con agua helada a 10 C. Se puede salir del interior húmedo y caluroso a un patio exterior frío y seco. Las paredes perimetrales tienen espejos y banquitos individuales, cada una con un duchador, allí uno se lava propiamente dicho. La versión natural de los sentos son los onsen, que son centros de aguas termales también para bañarse. Por motivos obvios no tengo fotos de esto aunque las vistas interiores hubieran revelado otras interesantes curiosidades de la anatomía japonesa.
La ostentación y el exceso
En Japón se ve generalmente cierta uniformidad en toda la sociedad. El nivel económico de la gente puede ser mayor o menor pero la sociedad suele ser tan pareja y el estándar tan alto que los contrastes son muy suaves. Sin embargo, no hay país donde falte un puñado de ricos extravagantes y con notable mal gusto y aquí, al ser tan poco el contraste, resaltan aún más y peor. Algunos ejemplos notables son el de un Mercedes Benz recubierto entero de piedras de Swarovski.
Otro el de un Lamborghini Murciélago tuneado cual burdel de barrio bajo en cuatro ruedas.
La adicción al juego
Muchos dicen que los japoneses están siempre trabajando o bebiendo, yo creo que a eso habría que sumarle timbeando (lo que en Argentina llamamos jugar apostando). La cantidad de locales de pachinko & slot en todo el país es espeluznante. Son casas de juego gigantes donde uno entra y se hunde en una suerte de psicodelia de ruidos y colores, y el ruido de los pachinkos (pinball japonés) y slots (tragamonedas) es tan alto que uno no puede escuchar hablar a una persona que tiene inmediatamente al lado. La gente se pasa horas allí hipnotizada, metiendo moneda tras moneda viendo sus fortunas diluirse.
Máquinas para todo
Por último, en esta breve reseña del "avance" japonés, hay que mencionar que las máquinas, finalmente, tal como ha sido descrito en tantas novelas de ciencia ficción del siglo XX, están tomando el lugar del hombre. Las máquinas expendedoras de algo, ya no se limitan a las bebidas o a los snacks solamente, que en japón son de bebidas frías y calientes también. Muchos restaurants ya tienen el menú completamente integrado a una máquina que con apretar el botón del plato deseado, la bebida y depositar el dinero, el menú va directamente a la cocina y uno sólo tiene que encontrar un lugar para sentarse y esperar que llegue la comida.
En los supermercados, el personal de la caja ya no tiene que estresarse con que al final del día los números cierren perfectos. El cajero recibe los billetes y las monedas, los ingresa por las ranuras correspondientes de su caja y en segundos, la misma escupe el vuelto correcto, ni un centavo más, ni un centavo menos.
La sociedad japonesa se destaca por su alto nivel de honestidad, pero como buenos seres humanos somos todos hijos del rigor y no hay rincón de ningún negocio que no esté monitoreado por cámaras de seguridad.
Si hablamos de móviles inteligentes, con ellos se puede hacer absolutamente todo. Por empezar tienen internet 4G y LTE con banda ancha de 1 GB.
Un iPhone es una herramienta que permite pagar todo lo que querramos en el momento, leer códigos de barras o QR para acceder a descuentos en todo tipo de negocios. Se puede hacer tanto con ellos, que creo que se olvidan de también es un teléfono.
Precios
Los precios en Japón son sorprendentemete razonables teniendo en cuenta la clase de país que es, pero hay determinadas cosas cuyo precio es extravagante. La fruta es generalmente muy cara. Las manzanas se venden por unidad entre 1.5 a 2 usd cada una. No tengo que aclarar entonces que no comimos manzanas en Japón.
Hay decenas de ejemplos de precios disparatados pero quizás el más llamativo es el del taxi. Un taxi del centro de Tokyo al aeropuerto (Narita) cuesta unos 300 usd. Un recorrido en la ciudad de unos 8 a 10 km, unos 50 a 60 usd. Es cierto que los taxistas, al menos en conducta y en aspecto podrían ser condes en muchos países, pero creo que su exquisito trato y suavidad en el manejo no justifican el irrisorio precio.
El lado oscuro de la mente
La lista de extravagancias podría continuar por páginas y páginas pero cerraré con el caso del mercado de cosas que apunta a las fantasías sexuales. Desde el fanatismo por el hentai (variación pornográfica del manga y el animé) hasta la predilección por el juego de rol de empleada doméstica, colegialas y mujeres militares, desde la fantasía de la mujer que es forzada a tener sexo y grita a los alaridos rechazándolo hasta el grotesco bukakee (eyaculación de decenas y hasta centenas de hombres en la cara de una misma mujer) las cosas más inimaginables ocurren en el porno japonés. No es casualidad que sus vecinos chinos y coreanos, quizás por su particular animosidad hacia Japón aprovechan esto para destacar que no hay mente más pero más perversa en términos sexuales que la japonesa. Si esto es verdad o no, NO lo sé, ni lo puedo juzgar, pero ver una película porno japonesa a veces es suficiente para imaginar qué puede motivar a esta gente, que aparentemente está perdiendo el total interés por el sexo.
A veces parece mentira que tantas cosas hayan podido y aún puedan surgir de un país tan pequeño pero con una sociedad que como hormigas se come al mundo, otrora con sus belicismo y en los últimos tiempos con su creatividad y sus delirios tecnológicos que no dejan de asombrar al mundo una y otra vez. Puedo decir muchas cosas de Japón que no me gustan para nada y ciertamente está lejos de ser uno de mis lugares preferidos, pero no puedo dejar de admitir que es un lugar fascinante, casi de fantasía y más que único.