Levitando en Pakistan. Parte I

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Durante todo este último tiempo desde que dejé Kashgar no me sentéa contarles nada por muchos motivos. Principalmente falta de conectividad total o poco fiable en regiones remotas, mucho tiempo en la ruta, desconexión psicológica total, etc. Pero hubo un motivo por encima de todos y fue, como encontrar palabras para transmitir algo tan grandioso, algo que, a medida que daba cada paso, sentía tan fuera del alcance de las palabras. Cada pisada sobre los pedales que daba y en medio de mi estupor pensaba por dentro como iba a hacer para contar lo que estaba viviendo. Lo que sigue no es más que mi humilde intento de contar y mostrar através de este texto y del futuro resumen ínfimo de fotos, lo que se siente, estar en PAKISTAN!

PRIMERA ETAPA. KASHGAR-KHUNJERAB PASS

Todos los días durante mis paseos de relax alrededor de Kashgar pasaba por mi lugar favorito, la rotonda ubicada en el centro de la ciudad donde nace la Karakoram Highway (KKH). Solía quedarme ahí varios minutos en los días radiantes, mirar en línea recta hacia el horizonte y ver a cientos de kilómetros la muralla gigante de los Pamirs nevados, punteagudos, brillantes y facetados. Allí bien al fondo, se levantaba la muralla que debería atravesar durante la próxima etapa, y yo estaba ahí parado en el punto de arranque de lo que había soñado por tantos años, el punto de partida de mi gran sueño. El sólo hecho de presenciarlo a la distancia me cautivaba, por varios minutos me sentía hipnotizado y me trasladaba en el tiempo y el espacio. Al mismo tiempo me llenaba de infinitos interrogantes, miedos, dudas y podía sentir ese escozor interior tan intenso que la aventura provoca en mí, ese sentimiento que todos los días me mueve a llegar más allá y que se hace adictivo y no puedo frenar(y tampoco lo intento).

Había pasado los dos días anteriores a la partida concentrado en poner a punto mi bici, en comprar provisiones, repuestos y en renovar parte del equipo necesario, entre lo cual me compré una nueva "casita" (carpa) de última tecnología, un par de sandalias de montaña y una remera de tecnología respirable(basta del obsoleto algodón de una vez por todas!!!). Y sobre todo disfrutar mucho los últimos días de la delciosa comida china y la maravillosa cultura Uighur.

Una vez dispuesto el día, partimos, junto a mi amigo y co-equipper, Rod, bien temprano a la mañana de un día radiante y fresco. Los Pamirs de Turkestán del Este se veían gigantes en el horizonte, con una claridad perfecta y al cabo de 5 min de pedalear, ya estábamos andando la KKH.

Las distancias engañan porque a pesar de su extrema claridad y aparente proximidad esas altas cumbres se encontraban a días de pedaleo. Kashgar se encuentra a sólo 1500 mts de altura sobre el nivel del mar. Durante el primer día nos dirigimos casi siempre en línea recta con algunos desvíos en dirección a la muralla y atravesando todo el borde sur del desierto montañoso de Taklamakan. Siempre en constante pero suave ascenso íbamos transicionando del desierto a las altas cumbres nevadas de los Pamirs. Los primeros escenarios eran áridos, de colores ocres, y rojos, marrones, anarajandos, de rocas de cantos afilados verticales y cuyas sombras arrojadas por el sol rajante sobre las profundas grietas le daban profundad a la imagen el aspecto de un gigante papel arrugado. El tránsito era escaso. A los lados del camino nos acompañaba el amplio lecho de piedras del cauce de un río casi seco por el cual se filtraban finos hilos de agua. La sensación era de una gran amplitud, silencio, misterio y desolación hacia los lados.

Pasaba el tiempo, ascendíamos en altura inminentemente, el clima se volvía más áspero, frío e inhóspito y todo se volvía aún más vasto e infinito. Los días se hicieron grises pero no menos bellos, todo se sumaba a un misticismo fascinante. Superados los 2500 mts de altura el segundo día la parte baja de los Pamirs reveló su aspecto más característico. Altas montañas de laderas ascendentes empinadas que parecen cubiertas de un gran manto de terciopelo. Es un aspecto dado por las arenas super finas que bañan las laderas y su infinita diferencia de tonos en los colores de los granos le dan esa apariencia veteada increíble que tienen. Las arenas se volvieron tan finas que entramos en un sector en el que estaba rodeado de gigantescos medanos blancos que no tienen semejanza alguna con los de una playa o un desierto. Son montañas punteagudas blancas. Era un escenario vasto y desértico pero de cumbres enormes que sumado al gris del cielo y al frío y constante silbar del viento daban a la atmósfera un misticismo que sentí único y que era intensificado por la ausencia total de tráfico en la KKH y el casual encuentro con pastores Uighur y Tajikos trasladando sus enormes manadas de enormes camellos, cabras y ovejas por las vastas llanuras.

Al tercer día ya habiendo superado los 3000 mts de altura estábamos rodeados de los picos helados y el camino seguía sinuoso entre ellos hasta alcanzar los 3700 mts donde acampamos en la intemperie de un paisaje surrealista. El infinito paisaje ahora estaba encerrado por dos gigantes de los Pamirs de una belleza sideral, el Monte Kongur Shan (7719mts) y el Monte Muztagh Ata(7546mts). Ambos se apostan uno frente a otro formando un angosto valle que contiene el increíble Lago Karakul que en su quietud absoluta refleja como un espejo ambos mastodontes que lo flanquean. Ahí, en el centro de estas tres maravillas naturales montamos nuestro campamento. Fue un atardecer helado pero surrealista. El sol había ya caído detrás de las montañas y me encontraba sentado en la puerta de "mi casita", bien abrigado y abrazando mi taza de Té, que servía para elevar la temperatura de mi cuerpo y sobre todo de mis manos. Ahí mismo se produjo ese efecto que tanto me fascina, el sol detrás de las montañas que deja oscuridad circundante pero que a su vez sigue bañando de color anaranjado los facetados picos nevados que parecen acariciar el cielo violáceo del atardecer. El silencio y el frío son totales cuando cae la noche y el techo se cubre de miles y miles y miles de millones de estrechas y la vía láctea se contempla con una claridad enceguecedora.

El cuarto día fue inolvidable, de un grado de extenuación aún superior a los días más duros de Kyrgyzstan. Marchábamos ya en camino a Tashkurgan, pueblo donde se encuentra el puesto fronterizo chino y era un día radiante y frío. La KKH trepaba serpenteante sin parar entre ya los picos nevados y dejando atrás el mundo árido, en camino a lo que sería el cruce más alto que había hecho hasta el momento, 4100 mts de altura. La altura comenzó a hacerse sentir através de la creciente carencia de oxígeno, que a pesar de estar en un estado físico de primera y bien aclimatizados, por arriba de los 4000 mts ya es inevitable que se manifieste. Pero esto es anecdótico porque la verdadera batalla comenzó desde las primeras horas de la mañana. El pero enemigo, el enemigo invisible apareció con toda su furia y sopló sin piedad ni clemencia durante las 9:10 hs que pedalearía ese interminable día. El camino en subida, cargando 45 kg, sin oxígeno y con esta espantosa especie de pantalla aplastante que configura el viento en contra fue uno de los peores obstáculos con los que tuve que lidiar hasta el momento. A lo largo de las horas se transformó en un verdadero tormento psicológico, por momentos sentía ganas de bajarme de la bici, sentía ganas de llorar pero tampoco podía, sentía intentar "patearlo", gritarle: BASTA HIJO DE PUUUUTAAAAAAAA!!! Fueron momentos de terrible frustración contra los que no se puede hacer nada y no queda otra que serenar la mente lo más posible y seguir duro y constante adelante. Después de varias horas había alcanzado el tope del cruce y por un breve momento todo se transforma en verdadera gloria. Pero para este momento sólo habían transcurrido 40 km y Tashkurgan todavía se encontraba a 70 km más y el desgaste ya se empezaba a sentir. Cuando uno llega al tope de un cruce e incluso mientras uno trepa agotado poniendo todas las fuerzas, se crea la ilusión de que una vez alcanzada la cima, el resto del día será cuesta abajo. Pero todos los caminos y este en especial siempre probaron que en todos los casos esto nunca es así. A pesar de Tashkurgan encontrarse a 3200 mts y nosotros estar en el cruce a 70 km y a 4100 mts el descenso se produce en una infinita sucesión de subidas y bajadas extenuantes. Es bajar felíz y rápido para llegar al final y ver una nueva subida una y otra vez. Es el ejercicio más demoledor imaginable. El ya apaleante viento nos atormentó por el resto del día sin piedad y así y todo, pude serenar la mente y encontré toda mi fuerza y mi aliento en mi interior. Me veía apoyado por un paisaje soberbio. Luego del cruce el camino se abrió en un extenso valle de colores, verdes, amarillos, blancos y marrones y yo iba ahí, pedaleando como una pelusa insignificante bapuleada por el viento

a piacere

por la KKH que iba bordeando literalmente los pies del Muztagh Ata cuya belleza deja sin aliento, con sus tres profundas caladuras por donde se desprenden glaciares estáticos y eternos.

Ya alejándonos del Muztagh Ata el camino volvió a cerrarse una vez más en un estrecho cañón, una especie de pasadizo entre paredes estrechas y altas que no dejaban pasar el sol y que no hizo más que empeorar el efecto del viento que esta vez se desataba furioso como por un tubo y que a falta de sol helaba la cara y las manos y erosionaba incesantemente cualquier fuerza nueva que uno traía de adentro para seguir adelante. Era ya muy tarde, se venía la noche para cuando salimos del cañón, ya no quedaban fuerzas, el desgaste era muy grande y aún faltaban 20 km más y por supuesto, el viento no daba tregua. Esos últimos kilómetros fueron através de un valle verde sembrado encerrado por las hermosas montañas escarpadas y sus picos bañados por el último sol del día,que ya eran parte constante del recorte del cielo.

LLegamos a Tashkurgan en plena noche, después de 110km, yo devastado, Rod levemente mejor. Buscamos el primer hotel posible, una especie de sanatorio/ex-manicomio de pasillos largos, pálidos, de habitaciones sórdidas y de húespedes taciturnos y deambulantes. No había lugar para el debate, después de un día apaleante y a menos de 2 usd la cama, solo quedó caer y dormir 12 hs ininterrumpidas.

Fue el final de un día hermoso pero de batalla. Pero de batalla contra quién o qué se preguntarán. De batalla contra uno, y contra las limitaciones que intenta poner la mente. El viento es uno de tantos obstáculos y estará siempre, a favor o en contra. La batalla es contra uno, para no dejarse vencer, para encontrar la paz, la armonía y la serenidad en la plena adversidad y poder revertir una situación que parece imbatible. Fue el final de un día hermoso y cuando caí en la cama, en los muy breves instantes antes de caer en el más profundo de los sueños, sonreí y me sentí felíz y me sentí muy fuerte....más fuerte que nunca....

Tashkurgan se encuentra a 120km del efectivo límite entre China y Pakistán. Siendo este límite el cruce de Khunjerab, a nada menos que 4800 mts de altura. La estúpida policía china, por motivos absurdos, no deja a ningún individuo transitar de ningún modo por sus propios medios desde Tashkurgan, ciudad en la que los bastardos decidieron poner el puesto de control, y el cruce de Khunjerab. Luego del cruce y ya en territorio pakistaní, son 85 km más hasta Sost, pueblo donde está el puesto de control. Luego de pelear y enfrentar 2 hs infructuosamente a la policía para que nos dejen pedalear los 120 km hasta el cruce (y para evitar ser arrestados) nos obligaron a comprar el pasaje de bus desde Tashkurgan hasta Sost. Un robo de 32 usd. A cara de perro nos subimos al bus y ahí comenzó la segunda lucha. Desde que subimos y durante los 120 km hasta el cruce, atormentamos impiadosamente al conductor chino para que nos deje bajar en el tope del cruce, una vez efectivamente fuera de china y su estúpida Ley. Muchos conductores se niegan a hacerlo, incluso sabiendo que del lado pakistaní esto no rige, pero ya nuestra bronca daba miedo y nuestro conductor cedió.

En el medio de una terrible tormenta de nieve, con un frío que calaba los huesos y bajo las miradas estupefactas de los demás pasajeros (chinos y paksitaníes) con cara de pensar "que están haciendo DEMENTES??", descargamos nuestras bicis, en la cima del cruce de Khunjerab, a 4800 mts de altura y rodeados de picos de 7000 mts....

SEGUNDA ETAPA - KHUNJERAB PASS - GILGIT - SKARDU - GILGIT

Ni bien descargamos nuestro equipo, lo primero que hicimos fue abrigarnos muchisimo. No sé cuantos grados harían...pero estaba muy frío realmente y faltaba oxígeno. Los gigantescos picos que nos rodeaban apenas se veían. Una espesa neblina, sumada a la nevada impedían ver más allá de unos pocos metros. Tomamos unas fotos y comenzamos el largo y lento descenso en este inconmensurable espacio, tratando de no resbalar y rodar al vacío a medida que poníamos la sangre en movimiento para que los músculos entren en calor.

En este punto, si bien el viento estaba bien tranquilo se sumaron otros obstáculos. Hasta Khunjerab, es decir, hasta el final del tramo chino de la KKH, la ruta se encontraba asfaltada y suave como una seda y con perfectísima señalización, como todos los caminos chinos. Realmente los ingenieros viales chinos se llevan todos los premios. Pero Pakistán está a años luz de vivir algún "boom" económico como el que dicen que ocurre en China. Pakistán es otro mundo, es el cuarto mundo y es un país con todos los problemas estructurales que tienen estos países.

Aquí voy a hacer otro breve paréntesis para ubicarlos en tiempo y espacio a quienes no saben nada de Pakistán.

Breve reseña histórica de Pakistán:

Hasta 1947, la región llamada subcontinente Indio, que incluye a lo que hoy es Pakistán, India y Bangladesh, era un gran país bajo colonia imperialista Inglesa. Los ingleses dominaron por más de 100 años e Indios, Pakistaníes y Bengalíes convivían todos entremezclados. (recuerden que Colón mal llamó Indios a los aborígenes nativos porque creyó haber llegado a India. Me refiero a Indio como habitante de India, no aborígen entonces)

La cuestión es que juntos todos a manera de tregua luchaban contra la independencia pero no se llevaban bien entre sí. Para 1947 con el advenimiento de la independencia, Mohamed Ali Jinnah, creador de Pakistán, previó que si los ingleses se íban, los Indios musulmanes iban a ser una enorme minoría y eso los mantendría en constante represión bajo el mando de los Indios hinduístas, con lo cual por medio de la presión política durante el caos previo a la independencia, exigió a los ingleses que antes de irse hagan lo que se llamaría La Partición, y consitió en crear un país donde los musulmanes pudieran vivir todos juntos en paz y armonía, esta fue la base y el fundamento sobre los cuales fue creado Pakistán. Fue un proceso difícil y una vez terminado, los ingleses trazaron el límite del territorio de lo que hoy es Pakistán, divido en dos partes, Pakistán del Oeste y Pakistán del Este a más de 1000 km uno del otro.

Cuando finalmente llegó el tiempo de la independencia y los límites estaban trazados, se produjo lo que fue una de las movilizaciones sociales mas grandes de la Historia. Durante pocos días millones de Indios musulmanes dejaban sus vidas y sus trabajos para trasladarse a su nueva tierra, y millones de Indios hinduístas hacían lo mismo en sentido contrario, pero esto no fue simple, cuando se cruzaban hinduístas y musulmanes chocaban en violentas luchas sangrientas y esto dejó un saldo de cientos de miles de muertos en unos pocos días.

24 años más tarde, en 1971, por caerse de maduro, Pakistán del Este se separó de su lejano centro de control para formar lo que hoy es Bangladesh.

Esto hace entender muchas cosas, si bien la religión hace que la cultura sea muy diferente entre los tres países, son originalmente los habitantes de una misma región, son la misma raza y son países en muchos aspectos muy similares.

Volviendo al relato....

Como decía entonces, en China los caminos son una seda pero en Pakistán, en el mejor de los casos, el asfalto es una cinta, mezcla de cráteres, ondulaciones, grietas, huevos, piedras sueltas, barro, arena etc. y la KKH no es excepción. Ahora la KKH había pasado a ser un camino de pos-guerra, pero paralelamente, el paisaje se transformó en el escenario más magnífico que había presenciado en mi vida....

En los últimos 10 años viajé por 41 países y en una gran parte de ellos sentí estar en lugares simplemente soñados, lugares que me conmovieron con su grandiosidad y espectacularidad, pero el norte de Pakistán superó todo lo que en mis sueños hubiera imaginado. Mi imaginación esta vez no alcanzó, no fue suficiente para poder concebir tanta magnificencia, tanta majestuosidad.

La región que comienza en Khunjerab y llega hasta aproximadamente Gilgit, se llama "Northern Areas" (zonas del norte). Atravesarla fue una experiencia sublime, porque hay momentos en los viajes que enriquecen el alma, que la alegran, que la maravillan, pero hay otros que la subliman, y lo vivido en Pakistán sublimó la mía como nunca antes, demasiado fuerte. Durante todos los días que siguieron comenzaba a circular por un corredor estrecho, flanqueado por los gigantes helados más grandes del planeta. Los tenés ahí, en tu cara, te chocás contra ellos, la KKH los cala, se monta sobre ellos como puede para pasar. En cada tramo, detrás de cada curva que daba era una cosa abrumadora y avasallante que volaba mi cabeza. Cada kilómetro pedaleado revelaba escenarios brutales, inmensos, de hielo, nieve, roca entre vacíos virtualmente infinitos que rompen en ríos revueltos y furiosos cientos de metros más abajo. Era estar rodeado literalmente de paredes que trepan verticalmente hacia el espacio que parecen clavarse contra el cielo y que no dejan pasar el sol ni en los puntos donde está más alto. Era mirar 360º a mi alrededor y sentir físicamente el pecho comprimido, el corazón estremecido como que de a ratos se quedaba detenido y el alma embelezada. Un grado de conmonción que había experimentado por lapsos tan largos. La KKH se abre por los caminos más inimaginables, se fuerza hacia adelante en curvas y contracurvas, en subidas y bajadas, como puede se inmiscuye entre las geografías más dramáticas de la tierra. Lo más abrumador de este camino a diferencia de los muchos otros que atraviesan montañas en el mundo es que en la KKH uno siente que todo está en tu cara. Es tan estrecho el corredor y los picos tan altos, tan magníficos que sentis que te oprimen con su imponencia irrebatible y eterna. Unos de los puntos más altos del planeta se comprimen en el norte de Pakistán al máximo. Uno tiene por encima picos por que superan a veces ampliamente los 7000 mts rompiendo al pie del camino...o mejor dicho, el camino se cala en la paredes verticales formando especies de semi túneles, algo así como que a un túnel le hayan sacado la mitad y que como techo miles de metros de roca que uno no entiende como se sostienen y a un lado el vacío total por cientos de metros.

El frío cuando comenzamos el descenso era tajante, el tráfico casi nulo, el silencio total y el cielo negro que parecía que se venía el mundo abajo. A los costados del camino sobre las laderas cientos de marmotas doradas se asomaban con preciosa curiosidad y volvían en un abrir y cerrar de ojos adentro de sus cuevas ni bien sentían la presencia humana. Es un animal hermosísimo pero super tímido y que emite el sonido más extraño que se asemeja mucho más al de un ave que al de un mamífero.

En todo este primer tramo experimenté el grave error de no tener guantes. Si bien estaba bien abrigado, el frío me perforaba la piel de las manos con el viento generado por la velocidad del descenso, que a su vez, trataba de reducirla al mínimo. Por kilómetros cuesta abajo manejaba como podía con una sola mano, mientras ponía la otra dentro de un bolsillo y cerca del calor del cuerpo y así alternaba entre una y otra y tratando de no caerme de la bici por el desastroso camino. Por momentos dejaba de sentirlas y para cuando llegamos a un puestito militar en el medio de la nada tenía algunos nudillos negros, esto significaba que había comenzado el congelamiento y ahí me asusté mucho. pasaría una semana casi hasta que mis nudillos revivieron.

En el puestito militar nos recibieron con los brazos abiertos y con el tradicional y universal saludo musulmán "as salam aleikum", eran sólo dos hombres, muy solitarios en el medio de la nada en un casita de material bien precaria. Nos hicieron pasar a un cuartito de paredes negras por el oyín y un hornito de hierro a leña en el piso. En seguida nos dijeron, "uds. son nuestros invitados" (you are our guests. 1era) y nos sentamos alrededor del fuego que encendieron para hacernos el primer

chai

(Té) pakistaní, que es idéntico al exquisito

chai

de India. Es Té en leche de vaca, cabra o cualquier animal de la montaña que la provea. Alrededor del fuego equilibramos la temperatura, podía poner mis manos sobre el fuego, tocarlo y no sentirlas. Luego de este recomfortante Té salimos de vuelta al frío, todaví estábamos a más de 4300 mts y faltaba mucho por delante. Seguimos cuesta abajo, el único sonido en el espacio era el de la bici debatiéndose entre las piedras, la propia respiración y el leve silbido del viento.

Llegamos al segundo puestito militar del KSF (khunjerab security force) en Barkhon, una humilde casita de material venida abajo, de las mismas características de la anterior y al pie de los gigantes de hielo al borde de una vertiente fuerte que descendía de ellos. En ella habitaban tres hombres solitarios. Le preguntamos al jefe si podíamos acampar ahí a lo que respondió: "no tienen que acampar, uds. son nuestros invitados" (you are our guests. 2da) y nos condujo a una habitación en la casita donde desplegó frazadas que formaron un colchón sobre el piso, y más por encima de abrigo. Luego le preguntamos si podíamos cocinar en el jardín a lo que respondió, no, uds. son nuestros invitados, vengan a cenar con nosotros.

Lo que siguió fue una velada inolvidable. Estos tres hombres viviendo por meses en la más absoluta de las soledades, lejos de sus familias nos agasajaron cocinándonos una deliciosa cena, curry de cordero, frijoles y mucho chapati. La noche había caído y los cinco estábamos sentados alrededor en el piso alrededor del fuego para calentarnos, en el cuartito de paredes negras y hornito de hierro, donde entre unas pocas cacerolas y vajilla rudimentaria uno guisaba el super tierno cordero y les contábamos como estábamos cruzando Asia en bicicleta.

La gran ventaja de Pakistán, al igual que en India, es que gran parte de la poca población que tuvo acceso a una mínima educación, sabe defenderse muy bien con el inglés. El legado británico dejó este idioma como el más importante luego del Urdu y mucha gente, incluso pobres, saben algo de él. Eso facilita mucho todo y el intercambio es muy grande y muy interesante.

A la noche luego de la cena uno de ellos agarró un bidón de metal que usó como tambor para entonar lo que llamaron el "culto a shina", una especie de canto y baile místico original de los musulmanes Ismaílis que resultó fascinante. Los tres cantaban y bailaban de la manera más exótica. Y ahí estábamos, recibidos por esta maravillosa gente, en una habitación helada e iluminada ténuemente con una lámpara de aceite que fluctuaba contantemtne, en el medio de la noche rodeados del más absoluto silencio natural. Estábamos ahí con estos tres hombres solitarios compartiendo un momento que los ayudaba a combatir su soledad y a nosotros nos llenaba de alegría. Fue otro momento sublime y yo no lo podía creer.

Al día siguiente, en un día prístino, continuamos viaje por escenarios que seguían deslumbrando sin cesar. Alcanzamos finalmente Sost antes del mediodía y el día estaba radiante, los picos que flanquean Sost son impactantes, enormes y punteagudos y aquí se abre el primer valle con la incipiente vegetación. Hicimos papeles, sellaron nuestro pasaporte y ahi estábamos, oficialmente dentro de Pakistán. Ahí mismo en Sost ya vimos la primera hilera de uno de los más grandes hitos que abundan este país: los camiones pakistaníes. Son arte y reliquias en movimiento, son piezas cuidadas con el más exquisito detalle, decorados muy glamorosamente hasta el último rincón y pintados con los diseños y escrituras más intrincados y detallados, con colores variados y estridentes, de ellos cuelgan, cadenitas, arreglos florales, molinetes, puertas de madera talladas escultóricamente. Es una de las atracciones más fascinantes que tiene este país, nunca vi algo así. Es la vida, la dedicación y el más absoluto amor de un camionero puesta en su camión. Son santuarios en movimiento y es una delicia verlos transitar lentamente por las rutas y compartir con ellos el camino, a pesar de que intoxiquen nuestros pulmones con su expulsión de gases.

Por caminos apabullantes continuamos hacia Passu con su muralla de punteagudos picos de roca qeu se levantan en el valle de Passu con una perfección escultórica en forma de nervaduras verticales.

Ahí pasamos la noche para luego continuar al día siguiente hacia Karimabad, en el valle de Hunza. Aquí la KKH encuentra oxígeno y se descomprime por unos pocos kilómetros en este fértil valle al pie de una de las cumbres más hermosas de Pakistán., el Rakaposhi (7790mts) que se eleva nevado entre los demás y contrasta con el verde intenso del amplio valle de Hunza con sus terrazas semabradas que escalonadas descienden sobre el río. Karimabad es un pueblito colgado de la montaña que desde la altura contempla todo el valle. Desde el jardín de nuestra "guesthouse" se podía contemplar la totalidad del mismo y tuve la suerte de llegar allí en luna llena, la cual era enorme e iluminaba el valle completamente con su luz azulada y que volvía los picos blancos casi fluorescentes. Fue una noche para nunca olvidar.

Luego de dos días de descanso y dos hermosos treks cortos seguimos camino a Gilgit por 105 km de subidas y bajadas constantes que agotaban, pero bordeando el Rakaposhi y pudiéndolo ver desde todas sus caras y no poder comprender como un camino puede pasar al pie de semejante gigante.

Alcanzamos Gilgit, la primera "ciudad" aunqeu pequeña pakistaní. Como toda ciudad pakistaní, Gilgit es ruidosa, bulliciosa, sucia, poluída pero llena de una intensa vida. En Pakistán las mujeres son seres vivos de segunda categoría, esto quiere decir que básicamente su vida esta limitada al sector de la mujer en la casa, por lo tanto, en ninguna ciudad se ven mujeres en la calle. Llevo un mes en pakistán y todavía cuento con los dedos de la mano las mujeres que vi, si es que puedo decir que se ven, ya que lo único que se les ve es una ranura por donde asoman sus ojos. Es un impacto muy fuerte y durante todo este tiempo me cuesta asimilar gente tan maravillosa y extremadamente hospitalaria como los pakistaníes con esta posición de la mujer en la sociedad. Gilgit no es la excepción y solo se ven hombres y hombres vistiendo la prenda que usan el 99% de los hombres pakistaníes, el Shalwar Qamiz. Realmente es como si fuera un uniforme, TODOS visten lo mismo, solo que en diferentes colores. El shalwar qamiz consta básicamente de una túnica con cuello de camisa y que llega hasta las rodillas y un pantalón super ancho, ambos en la tela del mismo color y super ligera. Les digo, hoy que visto uno todos los días, como un pakistaní, es la prenda más cómoda que vestí en mi vida, es como un pijama. Como decimos entre viajeros, estamos en un país de hombres en pijama jajajaja. Realmente parece y es tan cómodo como tal. Eso le da una uniformidad increíble a cualquier ciudad y pueblo porque TODOS los visten.

Gilgit no es particularmente linda aunque se encuentra rodeada de montañas increíbles, es una ciudad de constante conflicto tribal y estar en ella es como estar en plena guerra y tomada por el ejército. Por la calle deambulan un infinidad de militares armados hasta los dientes con ametralladoras que dan terror. Cuando cae la noche toda la ciudad queda sectorizada por el cierre de portales en sus avenidas protegidas por trincheras y hombres armados. Hoy por hoy está todo muy tranquilo y los militares pakistaníes son lo más buena onda habida y por haber en hombres vestidos de verde. ( los únicos que no viste shalwar qamiz ejeje)

Gilgit junto a Chitral son sedes del polo mas extremo que se juega en el mundo. Así es, como lo leyeron, polo, porque se estima que es en las Northern Areas es Pakistán donde tuvo su origen este deporte miles de años atrás como medio de entrenamiento para los soldados de los reyes de persia. El polo jugado en Pakistán es estilo libre, es extremo, frenético, veloz, adrenalínico y pone la piel de gallina. Se juega al ritmo de tambores y flautas que resuenan todo el partido con melodías exóticas y que alimentan el fervor del público y según dicen los locales, el espíritu de los caballos. Pero aquí no lo juegan los richones oligarcas, ni en la tribuna están la aristocracia ni ninguna estúpida farándula. Acá lo juegan los campesinos, los peones, los policías y los militares que tienen su propios equipos, gente simple que tiene el caballo y lo cuida y en las tribunas hay gente simple y apasionada, desde la más pobre hasta los comerciantes locales.

Ver estos partidos de polo rodeado de montañas y hasta ritmo frenético es una experiencia adrenalínica. Así fue que cada día estaba ahí vibrando a las 17 hs por una hora, en cada partido.

En Gilgit terminó el trayecto por la KKH, hacia el sur no se podía seguir en bici por varios motivos, entre ellos seguridad. Y ya lo mas lindo lo habíamos pasado. Pero recién acá comenzaría lo mejor, y lo que sería aún más y más avasallante, los caminos paralelos. El primero que tomamos fue hacia Skardu, en Baltistan, región donde se encuentran 5 de de los 14 picos que hay en el mundo que superan los 8000 mts de altura y uno de los lugares más remotos para acceder en la tierra. Skardu es un pueblito mínimo y aún así tiene algunos hoteles 5 estrellas en el medio de la nada. Esto tiene su explicación, en plena temporada aquí viene la elite más profesional del mundo en términos de montañismo, gente que en expediciones de un mes pueden llegar a gastar entre 10 y 100 mil dólares para ascender a los picos más altos del planeta. A esta gente no la quiere nadie,son en su mayoría europeos y vienen con el fin solo de escalar, no les importa la cultura ni la gente y todos los tienen como gente muy egoísta y desinteresada pero si les importa los miles de dólares que dejan por temporada.

El camino hacia Skardu ida y vuelta desde Gilgit fue impactante, estrepitoso, vertiginoso y el más peligroso hasta el momento. A cada instante el peligro era potencial. El camino va bordeando el legendario e histórico río Indo, está destrozado y es extremadamente angosto. Toda la zona está sujeta a continuos derrumbes de rocas sobre la ruta, hay mucho tráfico de camiones paksitaníes que se desplazan paso hombre y absorben todo el ancho del camino dejan el ancho de un alfiler entre ellos y la pared de roca hacia un lado y el acantilado hacia el río Indo hacia el otro. No hay ninguna protección y uno pedalea a quizás tan sólo unos 30 cm de un vacío vertical de un promedio de 600 mts de altura terminando en el Indo furioso que corre debajo. Era como pedalear por un cajón, entre las siempre paredes de roca verticales hasta el infinito con el camino taladrado en ellas como un bajorrelieve, al cruzarse con un camión había que detenerse, y pasar como ambos pudiéramos. Al paso de ellos dejaban un manto de tierra sobre uno y mucho diesel en los pulmones. Un momento de distracción y no lo contás...sea un derrumbe, o trastabillar al vacío. Fue estresante, intenso y lleno de adrenalina.

Al caer la noche acampamos en el medio de este paisaje hostil y el silencio total se rompía violentamente por el estruendo aterrorizador de los derrumbes de rocas. No importaba cuan lejos estuviéramos durmiendo de ellos, les juro que el retumbar de toneladas de rocas cayendo por las laderas y haciendo varias veces eco en el vacío de los cañones fue algo que ponía los pelos de punta y daba terror.

El último día de vuelta a Gilgit fue durísimo sobre todo porque fue uno de esos días en los qeu todo sale al revés de como uno lo planea o lo espera y hubo un obstáculo tras otro en un camino paupérrimo. A unos 60 km de Gilgit ya era tarte y faltaba mucho cuando en el inefable camino de piedra me monté sobre la rama de una planta que estaba bajo la tierra, cuyo fruto es una bolita de espinas finas y duras como clavos de acero y que se enterraron en mi rueda dejando un saldo de 12 pinchaduras a lo largo de todo el diámetro. Ni me molesté en reparar, con eso le dije adiós a esa rueda y a esa cámaras. Estábamos desesperados por llegar y al poco rato pasó una caravana de tres camiones que gustosos nos levantaron. Iban cargados hasta el desborde papas y probablemente más lentos que nosotros en bici pero la experiencia de subirnos a estos "altares" sobre ruedas nos devolvió todas las sonrisas. En el camino tuvimos el honor de contemplar a Nanga Parbat en la distancia, el 8vo pico más alto del mundo con 8190 mts y llamada "la montaña asesina" por la cantidad de vidas que se cobra cuando intentan alcanzar su cumbre. Cuando uno presencia a uno de los 14 picos que superan los 8000 mts de altura simplmente se queda sin aliento, sin palabras, solo queda el deslumbre frente a frente.

A pesar de que no hablaban una palabra de inglés los camioneros se hacían entender. Eramos 6 en la cabina y no nos tocaron los mas sanos, ni bien subimos entraron a fumar charas (hashis) algo muy practicador por muchos pakistaníes del norte. El camión pasó de altar sobre ruedas a circo sobre ruedas, la cabina desprendía humo de hashis como una chimenea por las ventanas mientras estábamos los 6 a las carcajadas vivas.....momento para recordar si los hay JAJAJAJAJAJ!!!

Nos dejaron ya de noche y a 40 km de Gilgit, no teníamos ni idea que hacer, no se veía nada de nada, las noches de luna habían quedado atrás. Empujamos las bicis por un puente colgante sobre el Indo que se bamboleaba horriblemente con el viento. De ahí empujamos 2 km cuesta arriba guiándonos con nuestras linternas hasta la ruta donde un agraciado pakistaní detuvo su sobrecargada pickup y se las arregló como pudo para acomodar todo nuestro equipo y llevarnos de vuelta a Gilgit, a donde llegamos tarde en la noche y donde nos quedamos nuevamente dos días más para descansar antes de seguir por el segundo camino paralelo.....

PakistanNicolás Marino