Nicolás Marino Photographer - Adventure traveler

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El país de las mil formas de sufrimiento

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En el año 94, cuando tenía 16 años, un remoto país africano prácticamente desconocido por los sudamericanos, de repente hacía eco en las noticias. Es poco o nada lo que se publica sobre Africa en mi país de origen, por eso tengo recuerdos vagos de aquel momento, pero lo que sí recuerdo perfectamente, es que se trataba de una nueva historia trágica que venía del continente negro (después de todo, lo malo es lo único que se escucha de allí). Lo que no supe sino hasta bastante más tarde en mi vida, era la magnitud de la tragedia que ocurría en Ruanda por aquellos días. Por eso fue inevitable llegar a este diminuto país con una imagen de profundo dolor. 

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Kagame Paul ! 

No lleva más que rodar unos pocos metros en la bicicleta, luego de haber sellado el pasaporte, entender por qué a Ruanda se la conoce como "El país de las mil colinas", porque eso es lo único que hay en Ruanda, una incesante sucesión de colinas en cada rincón del país. Pero lo que sí es casi imperceptible, es que aquí, hace exactamente 20 años, un brote de demencia humana generalizada llevó a un grupo étnico, los Hutus, a organizarse para exterminar de manera sistemática a los Tutsis, el grupo étnico enemigo. El resultado fue que en poco menos de 4 meses, 1 millón de personas (cifra estimada), de las cuales 800.000 eran Tutsis, fueron masacradas a sangre fría principalmente con el uso de machetes. Según nos contaron quienes sobrevivieron (aquellos que se animan a hablar), en aquellos días, los cuerpos se apilaban de a decenas por las calles, los caminos, el campo, y el olor a la muerte corroía los pulmones. Quizás lo más trágico del genocidio ruandés fue que no hubo un ejército involucrado, sino que fue la mismísima gente, hombres y mujeres comunes y corrientes de todas las edades, alienados por los discursos de odio de un puñado de perversos, quienes salieron a perpetrar la masacre.

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Como es el caso en casi todas las tragedias de Africa, las tan venerables naciones europeas, en este caso Bélgica y Francia, tuvieron una gran parte de la responsabilidad de este genocidio. Primero Bélgica durante su reinado colonial usando la técnica de guerra "divide y conquista" para exacerbar el odio entre ambas etnias, dándole poder a la minoría Tutsi para que sometiera a la mayoría Hutu y así finalmente someter a ambos bajo su control.  Luego Francia cuando armó a los Hutus, ya en el poder, para que tuvieran los medios necesarios para perpetrar el genocidio de los Tutsis. Y finalmente, cuando la situación se salió completamente de control, todos, incluyendo a todo el resto de las naciones europeas y los países ricos, son responsables por haber mirado al costado cuando las señales de alerta eran ya lo suficientemente clarascomo para intervenir. Tuvieron que pasar 4 meses y un millón de muertos hasta que se decidieran a dejar de ignorar la situación.

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Pero nada de todo esto es visible hoy en día. A excepción de los sencillos memoriales, presentes en casi todos los pueblos del país, nada parece reflejar lo que ha ocurrido aquí. En cambio, lo que se ve es un país floreciente, vibrante, con gente yendo y viniendo a trabajar, a estudiar. Varios medios internacionales la definen como la gran revelación de Africa por su boom económico. Los pueblos sobre las rutas principales son prolijos, ordenados y todo parece andar bien, al menos en la superficie. Sin embargo, a medida que pasan los días, en cada pueblo nos encontramos con más y más dificultades. La gente parece tener miedo al recibirnos, no miedo a nosotros sino al control del gobierno. Todo, absolutamente todo lo que ocurre en una ciudad, un pueblo, una aldea, todo debe ser reportado a las autoridades. Esta es la Ruanda que se esconde debajo de tanto "boom" que muchos halagan, el Estado policial de Paul Kagame, su presidente. 

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Durante toda nuestra estadía en Ruanda, hemos podido dialogar muy poco con la gente, porque tienen miedo a hablar. Todos los invitados deben ser reportados a las autoridades, nunca un policía o un empleado de gobierno debe encontrarse con una novedad en un pueblo sin haber sido notificado porque de ser así, las represalias para la gente son duras. Como extranjeros hemos sido recibidos casi siempre muy bien por los ruandeses para luego toparnos eventualmente con el estado policial de Kagame que le impide a su gente ser hospitalaria. La gente teme evitar reportarnos, y una vez que lo hace, las autoridades les prohiben que nos ayuden. Curas a los que se les prohibe dejarnos dormir en la iglesia, jefes de aldea a los que se les prohibe darnos una cama en sus casas, gente a la que se le prohibe dejarnos acampar. La gente quiere ayudarnos, el gobierno se los prohibe en nombre de nuestra seguridad. Esto hace que la experiencia de pedalear en Ruanda se haga muy difícil al caer la noche por no poder encontrar un lugar para dormir porque el Estado policial de Kagame todo lo controla.

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Claro que se puede ir a hoteles, pero no sólo no es lo que nosotros buscamos, tampoco se encuentran hoteles en los caminos remotos por los cuales viajamos. Como si fuera poco, la culpa de occidente luego del genocidio fue tal que inyectó millones de dólares de ayuda y miles de ONG's invadieron sus tierras para limpiar las culpas. El resultado fue la inflación que ha traído precios exorbitantes a todas las cosas. Ruanda es de los países más caros de la región, con habitaciones de hotel con precios occidentales, la comida local 3 a 4 veces más cara que en los países limítrofes y hasta con líderes de la Iglesia que prefieren anteponer el negocio rentable de sus hostales por encima de la hospitalidad que veníamos recibiendo de todos los curas en todos los países anteriores. Esto es algo que veré una y otra vez al avanzar por el continente, ver claramente cómo occidente, léase los países ricos, siguen haciendo mierda a Africa. 

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 El miedo a hablar que tiene la gente, la introversión inherente a ellos producto del miedo y del trauma del pasado, todo conspiró contra poder aprender de Ruanda a través de los ruandeses en Ruanda. Deberían pasar varios miles de kilómetros más, hasta que conociera a Padre X en un país mucho más al sur. Padre X me pidió no revelar su nombre ni su lugar de residencia por temerle a las represalias del gobierno de Kagame. Padre X, un Hutu que durante el genocidio arriesgó su vida para salvar a centenas de Tutsis y Hutus moderados escondiéndolos en su iglesia, huyó de Ruanda por ser perseguido por el gobierno de Kagame. Me explica cómo Kagame (Tutsi) sigue purgando Hutus disfrazándosebajo el nombre de la igualdad, reflejada en la frase que escuchamos de todos los ruandeses: "ahora somos una sola Ruanda", haciendo alusión a la superación del conflicto entre los Hutus y los Tutsis. La gente repite esta frase por miedo, no por sentirla y Padre X, sensatamente me dice: - "el problema no se soluciona negando nuestra identidad, el problema se soluciona respetándonos como seres humanos independientemente de la tribu a la que pertenezcamos y a Kagame no le interesa eso". Kagame y su gobierno castigan con la cárcel a aquellos que mencionan su etnia acusados de mentalidad genocida, pero lo que justamente quieren lograr con eso es que al salir a la superficie, se pueda seguir purgando Hutus. Entre tanto se gobierna con mano de hierro, no se tolera disidentes y se sigue asesinando Hutus al otro lado del lago Kivu en el Congo, donde de paso, Kagame controla la extracción de diamantes y otros valiosos recursos naturales con los cuales se enriquece. 

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Una experiencia complicada

Es difícil de creer que un país tan pequeño pueda tener problemas tan inmensos y aún así seguir sobreviviendo al paso de la historia. Pedalear por Ruanda no es fácil. Desde un punto de vista geográfico, es realmente agotador. No hay virtualmente estrechos planos por más de un puñado de kilómetros, pero quizás lo más difícil es lidiar con la extrema....¿curiosidad de los ruandeses? El concepto de privacidad occidental no existe en muchos países, especialmente en Africa, pero en Ruanda no existe ni el concepto de espacio. Ni bien uno detiene la bicicleta, es rodeado por decenas de personas, principalmente niños; y cuando digo rodeados no me refiero a lo de siempre, me refiero a sentarse a intentar contemplar un paisaje y a los 5 segundos tener a 25 niños parados enfrente a 30 cm de tu cara, escrudiñándote como quien intenta sacar pijos del cabello de otra persona. No hay manera de lidiar con esto, no importa cuánto uno suplique para hacerse entender, no se correrán hasta que uno se suba a la bici de vuelta y se aleje, para luego repetir la situación en la siguiente parada. Al final del día cuando uno está agotado de las mil colinas, no es fácil encontrar un espacio de tranquilidad, todo lo contrario, es casi imposible.

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No son gente maldita como los etíopes, pero pedir dinero compulsivamente se está volviendo una costumbre como en aquel país, al que me temo, se está acercando mucho y muy rápido. Pero en general son gente sencilla y no agresiva aún, de hecho, resulta increíble incluso, que muchos puedan jugar e incluso sonreir teniendo en cuenta un pasado que ha dejado huérfanos a miles y miles de niños y traumatizada para siempre a todo el resto de su población. Es muy sorprendente preguntarle la edad a la gente, especialmente a los que nacieron no mucho antes, durante y después del genocidio, y que respondan con una edad aproximada. Los registros en esa época quedaron destruidos y sumando la orfandad la gente básicamente no sabe bien ni cuándo ni dónde ha nacido, tal es la dimensión de la tragedia del genocidio.

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Cuando la gente no resulta asfixiante, es posible encontrar espacios reconfortantes donde reposar la vista por horas en las formas suaves de sus famosas colinas, muchas aterrazadas en la más absoluta perfección. Las plantaciones de té en los senderos de piedra que bordean el magnífico lago Kivu, con hermosas vistas del Congo resultaron las más hermosas que he visto en todos los países productores de té en los que he pedaleado, incluyendo Sri Lanka. Allí uno puede perderse por días pasando aldeas tranquilas y disfrutando de las vistas más impactantes que ofrece el continente. No toda la gente resulta abrumadora tampoco y teniendo en cuenta el sufrimiento que han pasado es lindo encontrarse con niños de las aldeas que están dispuestos a dedicarte una canción y bailar con alegría.

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 Estas son las imágenes que me llevo de Ruanda, un país de gente que de lo que mas entiende es de lo que todos más intentamos evitar: el sufrimiento. Me cuesta imaginar cómo se puede seguir viviendo luego de una tragedia semejante, pero en Ruanda quizás se puede tener la imagen más aproximada y ver que es posible levantarse de las cenizas y salir de algún modo, del peor de los agujeros negros imaginables. 

Nos llevó 7 días cruzar un país que si fuera plano llevaría menos de dos. Ha sido exhaustivo desde ambos puntos de vista, geográfico y humano, pero debo decir honestamente que las constantes trabas que nos puso el gobierno forzando a su gente a negarnos ayuda fue lo que me hizo sentir realmente que quería irme de Ruanda. Por otra parte, en varios momentos tuve que mantener presente el inmenso sufrimiento por el que todos han pasado allí para poder controlar la frustración que sentí en situaciones donde la gente se volvía extremadamente pesada. Sin embargo, mirando hoy hacia atrás, no veo más que gente que es como es, por ser el resultado de problemas que ni yo, ni nadie que no sea ruandés podrá jamás entender. Por eso recordaré a Ruanda de un modo bastante melancólico, por ser un país extremadamente bonito pero cuya gente ha sido castigada tanto por algún dios, el karma, el destino, el olvido o por todos juntos a la vez, los que me harán recordarlo como el país de las mil colinas y de las mil formas de sufrimiento.