Nicolás Marino Photographer - Adventure traveler

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Los Bayaka en mi corazón

Para cuando volví a la aldea, habían pasado tres días sin verlos y ya los extrañaba. Yo estaba contento por volver y ellos contentos esperándome. Cuando volví, fue como volver a casa, como si nunca me hubiera ido. Me senté en el piso afuera de la casa de Louie, y en seguida, tenía a todos los niños encima mío jugando y eso es lo que hice durante mis últimos 3 días en la aldea. Ahí comencé a comprender cuánto los iba a extrañar.

 Recordé lo que me había dicho Louie en una de nuestras conversaciones cuando me dijo: - "Yo siento que lo que ellos me dieron a mí es muchísimo más grande que lo que yo puedo darles". Si en tan poco tiempo yo pude sentir el cariño de los Bayaka, no me es difícil comprender por qué Louie encontró en ellos a una familia.

Claro que no todo es color de rosa, y no es mi intención idealizar y presentarlos como una suerte de sociedad perfecta donde todo es idílico. No lo es. La vida aquí es extremadamente dura y los Bayaka ciertamente tienen una historia de sufrimiento. Hasta hace no mucho tiempo atrás, los pigmeos de toda la región eran tradicionalmente esclavos de los bantúes, quienes los compraban como objetos y los ponían a su disposición. Hoy, el alcoholismo entre los hombres es una epidemia, como lo son las enfermedades venereas y otras como la tuberculosis. La caza, su medio ancestral de supervivencia se les hace cada vez más difícil por la presión que los cazadores furtivos han puesto sobre la fauna local. Esto obliga a los Bayaka a tener que hacer expediciones más largas y extenuantes dentro de la selva para encontrar animales y aún así, muchas veces volver con las manos vacías. Por consiguiente, están forzados a acercarse a los pueblos y necesitar dinero para poder comprar algunos alimentos esenciales. Con los pueblos llega el alcohol y toda la suerte de vicios que corrompen la vida tradicional y así, el círculo vicioso se extiende.

Así y todo, a pesar de tantas dificultades, me voy de este rincón del mundo como de tantos otros lugares de Africa con el corazón lleno porque si bien las dificultades existen y son enormes, esta gente tiene ese increíble don de hacerlas menos dramáticas y compensarlas con sonrisas y una vida sin quejas ni lamentos constantes. Una vez más, la vida tradicional african me da una lección de vida.

Me llevo a los pigmeos bien adentro del corazón. Esta pasada por este pequeño rincón remoto de la República Centroafricana me ha dado muchísmo más de lo que imaginaba. Aventuras, belleza, pero por sobre todas las cosas, afecto, y eso es lo que valoro por sobre todas las cosas. Esta es una de las despedidas más difíciles para mí, con toda la aldea presente para venir a despedirme. Los abrazo fuerte a Louie y Agathi. Puedo ver la tristeza enorme en las caras de Toto, Mame y Esanga, quienes se habían apegado mucho a mí, y yo a ellos. Qué feas son las despedidas, pero que hermoso e invaluable es el regalo que hoy me llevo de aquí. Tan sólo puedo desear que ellos sientan al menos algo parecido con respecto a mi presencia en sus vidas.

Ahora me queda una selva de la cual salir, al otro lado del Sangha, está Camerún esperándome.