Pocas cosas hay tan hermosas como verse felizmente soprendido, sobre todo cuando la imagen inicial que nos habíamos creado de algo no presentaba un panorama muy prometedor. Nigeria, entre otros países que he visitado, es uno de los más demonizados del mundo. El listado de atrocidades que, gente de todo el mundo me había había asegurado que sufriría, incluyendo los mismísimos africanos de todo el continente, era lo suficientemente largo como para intimidar a los aventureros más osados.
Sin embargo, a pesar de todos los nefastos pronósticos, decidí aceptar el supuesto altísimo riesgo y aventurarme a cruzar el país. Para mí sorpresa, o no tanto, a medida que fueron pasando los días mientras atravesaba el país, la realidad contrastaba drásticamente con todos los dichos que había escuchado anteriormente. El espíritu enérgico y positivo de los nigerianos iluminó mis días como pocas veces antes había experimentado a lo largo del resto del continente. Me encontré con un país de gente empedernida por sonreír, de vozarrón alto, y de reír fácil. La gente de Nigeria se interesó por mí con la misma ávida curiosidad de los niños y en cada lugar que estuve me sentí verdaderamente apreciado como persona. Ese es un sentimiento que infla el corazón de felicidad y que se queda contigo para siempre.
Es cierto que en Nigeria existen problemas muy graves. Es un hecho que las cosas malas ocurren de tanto en tanto y que en el noreste del país persiste un conflicto horrible e injusto generado por un puñado de lunáticos, que mantiene a toda la población en vilo. A pesar de ello, la vida fuera de esa región en particular transcurre normalmente, aunque cabe mencionar que se trata de un estándard normalidad dentro de lo que es el caos nigeriano. El mayor obstáculo que experimenté fue el tráfico, el cual sinceramente me hizo temer por mi vida muchas veces, tantas, que en momentos tuve que pedir que me lleven porque llegué a sentir que allí moriría. Sin lugar a dudas, Nigeria tiene el tráfico más peligroso que experimenté en el mundo entero en los 88 países que conozco, y muy por encima de los otros competidores!
Con sus claros y sus oscuros, Nigeria se metió en mi corazón, el galardón personal más alto que le doy a los países que visito, basado en la subjetividad de mi propia experiencia. Me quedo con las sonrisas, la energía positiva, el cuidado y el cariño que la gente me ha dado en este país de tan mala reputación. Si algo me hace amar a Nigeria aún más, es como dije al principio, contar con haberme felizmente sorprendido. Eso hace a la recompensa mucho más grande simplemente porque no la esperábamos. Mi cruce por el país me llevó del miedo al amor, de la mayormente ficción a la realidad, de los mitos a la verdad. Me voy de Nigeria feliz, lleno de la energía sana y positiva que esta gente me dio y también con la responsabilidad de contarle al mundo que, como tantos otros países, no es lo que ven en la TV.