Hace poco más de un año llegaba a la costa del Indico en Mozambique. Allí, en ese increíble paraíso solitario, rodeado de una belleza sin nombre, me detuve a contemplar y tratar de absorber dicha belleza en un momento difícil de mi vida. No había absolutamente nadie alrededor en ese eterno estrecho de "harina" blanca y mar turquesa cristalino, hasta que detrás de las palmeras, apareció una silueta. Al dirigirse hacia a mí, avanzando despacito sobre la arena, la imagen de una gran sonrisa se iluminó y los pelos rubios revueltos y una lata de cerveza en la mano a las 10 am bajo pleno sol tropical, terminaron de formar la primera imagen que tendría de Albé.
Conociendo a Albé
Con lo que bien podría comparable a la curiosidad de un niño risueño, intentando encontrar sentido entre la fascinación y la incomprensión, me dice riendo:
- ja! pero ¿qué haces aquí bajo el sol con esa bicicleta?¿de dónde vienes?
Sus gestos amables me contagian y sonriendo respondo:
- De China
- ¿¿¿De China???? jajaaaa! y ¿Cómo te llamas?
- Nico, ¿Y vos?
- Albé
- ¿Albé? - respondo confundido, intentando reconocer qué nombre sería, y Albé responde jocoso:
- Claro! Albé, como en: "I'LL BE, here" "I'LL BE, there" - y nos echamos a reir!
- Y ¿te quedas aquí?¿ en dónde te quedarás?"
- No sé - respondo - Me parece excesivo el precio que me piden por acampar en el hotel de la playa, así que creo que acamparé aquí mismo en la playa.
- Ah no, no. Espera, ven conmigo que yo llevo tiempo aquí, vamos a ver si conseguimos que te hagan un buen precio.
Camino a la recepción de Fatima's Guesthouse Albé me cuenta brevemente que es oriundo de de Ciudad del Cabo, y que ha dejado todo para viajar en moto, pero desde que llegó a este lugar hace 2 meses, le pareció tan hermoso que no se pudo ir.
En la recepción del hotel no tenemos éxito y le digo a Albé que no se preocupe, que acamparé en la playa, pero me detiene y me dice:
- no, a ver, espera Nico, paga lo que puedas pagar, y yo te pago el resto. Yo quiero que te quedes aquí, y a mí no me cuesta nada, en serio. Yo quiero hacerlo y aparte estás muy flaco, necesitas descansar y comer, y aquí la comida es muy buena.
Como pronto descubriría, no habría modo de rechazar una invitación de Albé, y fue así cómo allí me quedé. Él mismo, como si ya dirigiera el hotel, me indicó el espacio para acampar, junto a su carpa, y con una vista de un millón de dólares.
Luego de acampar, y relajarme un rato, pasé junto a él con un paquete de spaguettis y tomates. Extrañado, siempre con su cervecita fría en la mano, exclamó:
-"¿qué haces con eso?"
Me río y le respondo que voy para la cocina a hacerme la cena. Albé se ríe, y responde:
- Deja eso ya Nico, vamos al restaurante a comer, que yo te invito. ¿Te gusta el pollo al curry? Hoy está riquísimo. También tienes pescado con papas fritas. Elige lo que quieras del menú y no te preocupes. Ya tendrás tiempo para volver a cocinar cuando acampes, ahora tienes que comer bien.
Los días pasaron, y con Albé fuímos creando un vínculo muy fuerte. Albé fue el primero que en persona conoció, y sintió la tristeza que traía conmigo luego de que Julia me dejara tan sólo un mes atrás. Pero yo también conocí sus tristezas profundas, comparadas con las cuales, sentía que las mías quedaban reducidas a un mero drama de telenovela.
Albé había dejado atrás una vida de adicción al trabajo, una vida que le había costado su familia, una mujer, y dos hijos varones que adoraba hasta las lágrimas pero que aún así no se atrevía a ver. Se había comprado la moto y con ella había decidido salir a viajar sin rumbo y sin planes, pero tratando de encontrar cómo sanar ( o quizás intentar olvidar) el dolor enorme que traía consigo.
Pasábamos los días hablando, mayormente riendo, haciendo caso omiso a los dolores personales con el mero fin de disfrutar de las cosas buenas que tiene la vida. Sin embargo, a la hora de hablar en serio, indagábamos profundo, y yo particularmente con él, porque sentía que él lo necesitaba más que yo. Uno de esos momentos, llegó en una tarde que sentí que había encontrado el espacio correcto para decirle mi perspectiva sobre su propia vida. Fue una conversación muy movilizadora para ambos y también muy honesta, de esas que uno tiene cuando está con alguien de confianza, de esas conversaciones que tocan hondo y sobre las cuales los vínculos fuertes se construyen.
"No se trata de vos"
Era de noche, mi última noche, la brisa sacudía las palmeras, las olas rompían poniéndole música al silencio. Al volver a mi carpa a ordenar mis cosas, encontré a Albé sentado en la penumbra de la puerta de la suya, solemne, reflexivo. Había pasado un día desde aquella última conversación profunda y sólo esperaba que no le hubiera hecho mal escucharme.
Al verme llegar, me llama:
- Nicolas! ven aquí un momento -
Al acercarme le sonrío, y señalando le digo - Veo que estás con tu botellita diabólica - Haciendo referencia a su pequeña botellita de Sprite, que yo sabía que todas las noches llenaba con Whisky.
Con la mirada perdida, esgrime una sonrisa y me doy cuenta de que estaba un poco ebrio. En ese momento, me pide que me siente y me dice ,intentando enhebrar las palabras..
- Nicolas.....esto....esto, no se trata de vos -
- mmmmm ¿qué cosa Ablé? ¿qué no se trata de mí?
- Esto, esto, Nicolas, no se trata de vos..... -
- qué.....- me interrumpe antes de que continuara mi oración
- Esto que tú haces, esta vida, todo esto que tú haces, no se trata de vos-
Me quedo pensando, dándole tiempo a que continúe. Está conmovido. Continúa, lenta y espaciadamente:
- Esto que tu hacés, no se trata de vos....esto, todo esto que tu hacés, este viaje que estás haciendo, esta vida...esto no se trata de vos........esto se trata de todas las personas que se cruzan en tu camino, de todos nosotros, de todas las personas que se cruzan en tu camino y a quienes les tocás el corazón con tu presencia.... tienes que saber eso, que no se trata de vos -..... ESTO NO SE TRATA DE VOS ( THIS IS NOT ABOUT YOU!) - repite con firmeza, despacio, ebrio, emocionado, en cuyo momento lo abrazo y rompo a llorar con él.......
Ahí comprendí que le había tocado el corazón, y él supo también tocármelo a mí.
El adiós a Albé
Me fui de Mozambique llevándome un amigo del alma. Nunca resolvimos nuestro vínculo, porque con sus 53 años y mis 36, era muy jóven para ser como mi tío, muy viejo para ser como mi hermano y muy cercano para ser como un primo. De todas formas, a él le gustaba referirse a mí, abiertamente en público, como "my son" (su hijo).
Albé terminó pagando toda mi estadía completa, no me dejó cocinar ni una sola vez, y me despidió dándome 200 rands (~20 usd) en la mano para que cumpla algo que él quería: que vaya a cualquier lado donde pudiera, y me comiera un plato de sushi por él. Los meses pasaron, nos escribimos y hasta nos encontramos en Abril, 4 meses más tarde, cuando de vacaciones en Sudáfrica con mi papá, me enteré que estaba en Barrydale. Allí fuímos a verlo, y una vez más, nos dimos el abrazo que nos merecimos. Con vergüenza admití que aún no había comido el sushi, pero que llevaba aún los 200 rands reservados para eso.
Luego de que reinicié el viaje ya en rumbo norte por el oeste de Africa, le insistí una y otra vez que apresurara su marcha para que podamos encontrarnos de vuelta en Namibia. Sus tiempos erráticos no lo permitieron, y cuando yo ya me iba de Windhoek, me envió una hermosa foto conversando con una avestruz en el medio del Karoo, allí en ese paisaje inmenso, con su moto. Lo veía feliz. Le respondí bromeando que en realidad no llegó a Namibia por dos motivos posibles. Uno, que estaba viejo u otro porque yo ya estaba fuerte de vuelta y él ya ni siquiera podía alcanzarme con su BMW.
Así atravesé casi todo el oeste de Africa, sabiendo de él con mayor o menor frecuencia, haciéndonos bromas por e-mail, por FB y demás. Confiaba en que él saldría adelante, pero esa tristeza profunda que llevaba consigo siempre estaba en el aire de sus palabras.
Hace dos días, cuando acampaba en las afueras de Bamako recibí un mensaje de nuestra amiga en común, Rika, luego de 10 días de estar desconectado. Rika me daba la devastadora noticia de que el pasado 1ro de Febrero, Albé había muerto en un accidente con su moto. Dadas las características de la situación, y conociendo a Albé, ambos coincidimos que bien pudo no haber sido ningún accidente.
Cualquier sea el caso, nada me devolverá a Albé y al sueño de volver a Mozambique a encontrarnos una vez más, pero desde la alegría y ya no desde la tristeza que pasábamos cuando nos conocimos. Eso nunca ocurrirá ya, aunque lo que más lamento es que se haya ido sin podido llegar a encontrar la paz en esta vida.
Albé fue uno los regalos más grandes que me ha dado mi andar por el mundo, Albé encarna uno de los grandes motivos por los cuales el mundo merece ser viajado y conocido. Porque son encuentros como estos, que nos acercan, nos humanizan y nos llenan de felicidad, los que hacen que valga la pena vivir viajando. No es sólo nuestro entorno inmediato, el conocido, el que nos provee de amistades y buena gente; también es ese mundo lejos de casa, aquel en el que he decidido vivir mi vida, donde se encuentra la gente más valiosa para la vida de uno.
Hoy lloro la partida de Albé, pero no lo he perdido, porque haberlo conocido, es ya haber ganado. Ese tesoro no se pierde nunca. También sé que nunca más volveré a comer sushi, sin hacerlo en homenaje a él, porque eso era lo que tan curiosamente él quería que yo hiciera, que comiera sushi por él. Y eso es lo que voy a hacer cada vez que lo haga.