Nicolás Marino Photographer - Adventure traveler

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Este viaje cumple un año

Autopista al futuro

Al salir de Kyoto, entramos finalmente en la recta final a Tokyo. Fue un camino por el futuro hacia el futuro. 550 km que decidimos hacer por la ruta 1, la ruta que conecta los polos industriales más grandes de Japón. Podríamos haber elegido una ruta interior con un poco más de naturaleza, pero teníamos una fecha de compromiso que cumplir en Tokyo y no nos quedaban tantos días ni tampoco tantas ganas.

Japón es un país de avanzada, está un par de años delante del mundo desarrollado y a años luz del resto del planeta, pero sólo tecnológicamente. Humanamente hablando están años luz detrás de todos los países más pobres de Asia, los cuales se añoran entrañablemente con cada pisada en el pedal en este país. El respeto, la honestidad y la cordialidad son valores que abundan aquí, y es algo muy positivo, pero también abundan la indiferencia y la frialdad. Con excepción de nuestros amigos en Osaka y aquel primer insólito hombre del primer día en Fukuoka, no hemos tenido prácticamente contacto humano de ningún tipo. Somos como dos entes mayormente ignorados andando por carreteras del futuro. Es fascinante y espantoso a la vez. 

Los días en la ruta 1 fueron largos y aburridos, pasando ciudades industriales con muchísimo tráfico. En ellas, las autopistas se superponen en diferentes niveles para dejar fluir a un tráfico incesante que no descansa día y noche. Puede que sea el tráfico más ordenado y silencioso que haya experimentado alguna vez, pero es tráfico al fin y al cabo. A este scalextric de autos, camiones, camionetas, motos y bicicletas, se le suma la estrella de japón colándose por arriba, por abajo, por el costado; es el shinkansen, más conocido como el tren bala. El sólo hecho de verlo pasar es impactante. Su diseño, su andar absolutamente silencioso, su paso fugaz son sorprendentes. Los shinkansen nos "acompañaron" durante todo el camino a Tokyo apareciendo y desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos. Nuestro viaje de 7 días entre Kyoto y Tokyo, 550 km, le llevan al shinkansen 140 minutos. Cuando ya estábamos en Nagoya, a 350 km de destino final y podridos del tráfico, ya soñábamos con aunque sea colgarnos de él y en tan sólo los 70 minutos que le llevan a la bala, terminar con el tedio.

 En todos los países, la llegada a "la gran ciudad" es el momento de mayor tensión, pero en la ruta 1 de Japón uno nunca tiene que entrar en la gran ciudad porque parece nunca salir de ella. Se suceden una tras otra, Nagoya, Toyota, Hamamatsu, Shizuoka, Fuji, Yokohama, Kawasaki, una larga lista de ciudades que hasta suenan familiares ya que algunas le han dado el nombre a las marcas de autos y motos que vemos en el mundo entero. Son pocos los momentos en los que la 1 se separa un poco de la congestión urbana y se pega al océano regalándonos algunas vistas bonitas de playas extensas y vacías donde el rugir de los motores queda temporalmente aislado por el sonido del mar y del viento. 

 Antes de Tokyo, el ícono nacional

Sobresale casi de una llanura, está en casi todas las postales del país, incluidas las de Tokyo, se ve a más de 150 km de distancia desde todos los puntos cardinales y vamos a ser honestos, es realmente hermoso. El monte Fuji, o Fuji-san como lo llaman los japoneses, es el símbolo nacional. Lo avistamos por primera vez unos 150 km antes de llegar a la ciudad de Fuji, situada en su base del lado este. En vez de elegir pasarle por ese único lado y seguir rumbo a Tokyo, decidimos hacer la circunvalación completa. 

Hasta llegar a Fuji, el clima fue progresivamente volviéndose más frío, sobre todo durante las noches, pero se mantuvo siempre como un frío de mitad de otoño, tolerable. El desvío hacia la ladera oeste (trasera) de Fuji-san es una subida fácil pero larga, unos 40 km continuos de ascenso hasta los 1200 mts de altura. Al caer el sol, las nieves eternas de Fuji-san van absorbiendo todos los colores del sol en descenso. A pesar de que todo el camino está mayormente urbanizado, y la aventura es nula como en el resto de Japón, las vistas son muy bonitas.

Lo que era difícil de imaginar era que la caída del sol también traería la caída del mercurio y en combinación con unos vientos muy fuertes, la temperatura bajaría a -7C. Fue una noche gélida en la que salir a tomar fotos bajo las estrellas 20 minutos me dejó tiritando otros 20 ya dentro de la bolsa de dormir.

El descenso final por las montañas desde Hakkone trajo las últimas vistas del otoño. A medida que íbamos descendiendo, miles de turistas japoneses venían ascendiendo. Era domingo, probablemente el único día entre muchos domingos en el que algunos japoneses deciden cortar su adicción al trabajo para ver un poco de naturaleza. Tienen la fortuna de que Fuji-san está a tan sólo 100 km de Tokyo y les permite ir y volver en un largo día de tráfico.

30 de noviembre de 2013. 15.800 km. Un año en este viaje. 

 Llegó el día de llegada a Tokyo, lugar en el que nos tomaríamos 45 días combinando descanso con trabajo. Sin planearlo, llegaría exactamente el mismo día en el que había dejado mi casa en Chengdu hacía un año atrás. Aquel día marcó el comienzo de este nuevo viaje. Aquel día dejaba una vez más lo cierto por lo incierto. Aquel día salía en busca de Julia que me esperaba 2400 km al sureste, en Guangzhou, para unirse a esta travesía. Después de 16 años de andar solo por el mundo, sería la primera vez para mí que intentaría comenzar a compartir esta vida de aventura e incertidumbres con alguien a mi lado. Un año más tarde para mí, 11 meses con ella, rodábamos por Yokohama, la segunda ciudad más grande de Japón, mirando hacia arriba, girando nuestras cabezas estupefactos, tratando de encontrar el camino a Tokyo en una encrucijada de varios niveles de autopistas. 

La entrada a Tokyo, no pudo ser menos impactante. Fue ya en plena noche cuando atravesamos el exquisito distrito comercial de Ginza, las luces nos enceguecían, los colores, el lujo, el derroche de tecnología por el cual Tokyo es famosa. A lo largo de Ginza, una serie de multimillonarios a los que evidentemente les fascina llamar la atención y ostentar su poder, decidieron juntarse y estacionar sus Ferraris, Lamborghinis y algunos otros objetos espaciales cuyo nombre desconozco, para que la plebe los vea y les saque fotos.

Máquinas "tuneadas" con el peor gusto imaginable haciendo de estas obras maestras de la ingeniería mecánica de cientos de miles de dólares, unos pedorros burdeles de barrio bajo en cuatro ruedas. Cada vez lo confirmo más a medida que viajo por el mundo, no hay peores mamarrachos que los que vienen de un rico con mal gusto. 

Estábamos finalmente en Tokyo ya, más real no podía ser. Pasaron 365 días, 15.800 km, 8 países e incontables aventuras y tan sólo estamos entrando en calor. 

Al leer: "45 días de descanso en Tokyo", lo primero que a la mayoría le vendrá a la cabeza es pensar que somos millonarios y que viajamos forrados. Para sorpresa de muchos y desilusión de algunos resentidos, sea en Tokyo o sea en el Gobi de Mongolia, este viaje sigue teniendo un presupuesto de 10 dólares diarios por persona. En Tokyo por suerte es aún más bajo. Durante todo nuestro viaje en Japón nos hemos adaptado más que nunca a un estilo de vida más sencillo que el habitual. No hemos pagado alojamiento ni un sólo día acampando en parques públicos. Hemos cocinado desayuno, almuerzo y cena el 95% de los días llegando a costos tan bajos como 7 dólares por día por ambos. En Tokyo finalmente, tenemos alojamiento gratis a cambio de 3 horas diarias de trabajo, cinco días a la semana, en una cadena de hostels. Somos mucamas. Hacemos camas, limpiamos baños, pasamos la aspiradora, etc junto a otros 20 viajeros de todo el mundo que aprovechan la conveniencia de dicho contrato. Trabajo fácil y el amplio beneficio de vivir gratis en una de las ciudades más caras del mundo, donde una cama de hostel en habitación compartida cuesta en promedio la irrisoria suma de 32 dólares. Aunque fácil, puede ser tan sólo un decir. En mis primeros 3 días de trabajo debo haber hecho más camas que las veces que hice mi propia cama en 35 años de existencia, jaja! Es un trabajo que tiene algunos bemoles también. A pesar de que los hostels en Japón son impecables incluso cuando están "sucios", alguna vez me he encontrado con los resabios de una noche de pasión en solitario de algún viajero alzado pegoteados en un manojo de pelos atascados en el desagüe de la bañera. Engrudos de bañera aparte, en la vida hay que hacer de todo, un día soy arquitecto, otro día soy fotógrafo, otro día soy mucama de hostel y soy muy feliz. Así he dado la vuelta al mundo y tengo la vida que quiero, la que elijo. Y voy por el país número 51. Muchos más por venir!