Nicolás Marino Photographer - Adventure traveler

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Vida de nómadas

Mongolia es un país gigante y escasamente habitado. Con una área de 1.564.115 km2 y tan sólo 2.800.000 de habitantes, la densidad del país se reduce a menos de 2 personas por km2. Sin embargo,en términos reales, la densidad es mucho menor, ya que de la población total del país, 1.300.000 viven en Ulaanbaatar, su capital. El resultado, es un país donde la naturaleza se experimenta en estado puro en casi todo momento, pero a excepción de la regiones más desérticas, no es una naturaleza vacía sino espaciadamente habitada. La mitad de la población del país es nómada y semi-nómada, estos últimos siendo los que practican el nomadismo estacionalmente, asentándose en los pueblos a pasar el invierno. Los nómadas y su estilo de vida es algo que me ha intrigado y cautivado desde muy pequeño (no es casualidad el tipo de vida que llevo) y es uno los motivos por los cuales he ansiado tanto viajar en bicicleta por este país.

Nuestros encuentros con los nómades comenzaron al poco tiempo de salir de Ulaanbaatar, pero se fueron volviendo más y más cercanos a medida que nos adentrábamos en partes más remotas de la estepa. Al avanzar sobre este inmenso manto verde solitario, los gers; las viviendas de los nómadas, son puntitos blancos rompiendo la uniformidad del color.

Como arquitecto, encuentro a la arquitectura vernácula como la forma más inteligente y perfecta de arquitectura, como así uno de los aspectos más fascinantes y atractivos que produce una cultura. Los gers son el paradigma de la vivienda nomádica, son la vivienda móvil llevada a la máxima perfección. Consisten básicamente en una tienda de forma circular hecha con un entramado de madera cruzada en diagonal atada con sogas, que se curva formando una pared portante. Luego está el marco de la puerta de 1 m de altura siempre orientado al sur. Una serie de tirantes de maderas cilíndricas que parten de un anillo de compresión central en el techo, generalmente 108 (significado budista), se arman radialmente apoyándose sobre el entramado. Todo el sistema está envuelto por lonas hechas de lana de oveja, en verano se "arremangan" para dejar entrar el viento y mantener la vivienda fresca y en invierno llegan hasta el suelo. El piso puede ser el mismísimo pasto, pero generalmente se ponen cobertores de goma o plástico y hasta a veces madera. Adentro, todo está organizado estratégicamente: la estufa de leña en el centro, el mueble de reliquias en el lado opuesto a la puerta y una cama a cada lado. El espacio para herramientas, la bolsa de airag (ver más adelante), ropa, elementos de cocina, y demás, ocupa el resto. Todo el sistema se monta y desmonta en cuestión de un par de horas solamente. Son infalibles contra el frío extremo, y frescos en verano. El interior está exquisitamente decorado, con los tirantes del techo y los muebles pintados a mano en colores vivos y las paredes recubietas de alfombras. Los tiempos han evolucionado para ellos también, hoy muchos tienen su plato satelital y pueden ver televisión, la cual enchufan a una batería que se carga a lo largo del día con un pequeño panel solar.

El anillo se apoya sobre dos columnas de madera y es un elemento esencial que sirve de dial solar. No sólo permite la ventilación sino que de acuerdo a la luz del sol que se filtra através de él, dicta a los nómadas qué momento del día es, recordándoles cuál es la tarea a desarrollar y si se han atrasado para hacerla. 

A lo largo de nuestra semana en camino a Erdenet, fuimos poco a poco adentrándonos en la vida nómada. Los nómadas no escatiman hospitalidad, son hospitalarios por naturaleza, nadie más que ellos entiende las dificultades de su entorno y basta con tan sólo rodar cerca de sus gers para que siempre alguien nos avistara y nos invitara a pasar a sus gers. La recepción es de invitados de honor. Entrar en un ger es ya de por sí, un momento especial, es adentrarse de lleno, en ese simple monoambiente tan infinito en riqueza, que representa el universo de la vida nómada. La luz es cenital, da una calidad muy bella al dejar entrar los rayos de sol que hacen vibrar los colores de la decoración. Inmeditamente nos sirven el té, que al igual que en el Tíbet es con leche y salado, aunque en Mongolia no le ponen manteca. Luego nos traen bandejas de aro, queso de cabra que se cuelga dentro o fuera y se deja secar. 

Los nómadas viven y dependen de sus animales, toda su vida gira en torno a ellos, y es por ellos que se trasladan desde hace siglos a lo largo de toda la estepa llevándolos por las pasturas. Manadas de caballos, vacas, cabras, ovejas comandadas por un nómada a caballo se ven pastar por toda la estepa, brindando paisajes espléndidos, que acompañados por la belleza de un silencio absoluto, llenan el alma de paz y serenidad. En Mongolia todo se ve a la distancia, el horizonte es siempre infinito, todo se ve desde lejos y en esta inmensidad uno no se siente más que una pelusa más volando con el viento. 

Técnica de acercamiento a un ger

 

Los animales son tan importantes en la vida de un mongol que no es casualidad que las primeras palabras que nos ha tocado aprender para intentar lograr comunicarnos, son: caballo (por lejos la más importante), cabra, oveja y vaca. La comunicación es muy difícil, de las más difíciles que he experimentado en años de viajar por el mundo. El mongol es un lenguaje que tengo la certeza, debe estar entre los más difíciles del mundo, sus palabras, sus frases, sus sonidos, resultan incomprensibles e impronunciables, con lo cual no nos ha quedado otra que recurrir al infalible lenguaje universal, el de las señas y los gestos. Pero de todo el léxico básico de supervivencia es esencial aprender este: nokhoi khorio!! 

 

 Durante la primera semana, en una de las tantas veces que no sabíamos qué huella seguir, me bajo de la bicicleta y camino alrededor de unos 600 m hasta un ger mientras Julia esperaba con las bicis. Al acercarme, un perro me empieza a ladrar, pero no era amenzante, sin embargo cuando avisto la puerta del ger, y comienzo a llamar "sain bainú,sain bainú,!" (hola, hola), otro perro gigante y furioso aparece en acción y con los dientes salidos de la furia sale al choque. Eramos yo y él, y la gente del ger que no salía, yo no dejaba de derrochar adrenalina con la piel de gallina, paralizado y el perro brotado con los pelos erizados y los colmillos relucientes. Me la juego y avanzo hacia la puerta rogando que me viera el dueño. En ese momento el perro me salta encima como un león hambriento, fue sólo cuestión de milésimas de segundos al tiempo que grito: NO NO NOOOO NOOOOO. Es ahí cuando el dueño sale por la puerta y ataja en el aire al perro por el cuello, cuando yo me veía ya con media pierna menos. Con el corazón a mil por hora, trato de relajarme y presentarme. El señor me invita al ger gentilmente y apenado, le pido indicaciones y me vuelvo. Julia, a 600 m de distancia me había escuchado gritar, y me llevó al menos media hora hacer que mi piel dejara de erizarse compulsivamente.

La moraleja de este anécdota es que nokhoi khorio!! es una de las frases más importantes de aprender en Mongolia y significa: "Sujeten al perro". De hecho, entre mongoles, decir esta palabra es sinónimo de decir hola, es común que todos la digan al acercarse a un ger, es un modo de anunciarse.

Cada día hemos buscado acampar cerca de los gers. Siempre se debe pedir permiso y siempre es concedido con gentileza y entusiasmo. En algunas oportunidades hemos sido invitados a cenar y dormir dentro de ellos. La dieta mongola es dieta de hombres robustos y fuertes, dieta de lugar inhóspito donde las verduras no crecen. Consiste en carne, mayormente de oveja y haya o no carne de oveja, todo prácticamente sabe a grasa de oveja igualmente. Los platos combinan esta carne, a veces con masa cortada en forma de fideos, a veces con papas, y si ocurre algún milagro, zanahoria. Se come la carne, se come la grasa, se comen las entrañas, los ojos, los sesos, todo. La rigurosidad geográfica y climática de Mongolia no permiten que crezcan ni frutas ni verduras. Si bien por ello están obligados a comer exclusivamente carne, los nómadas aman a sus animales con devoción y los sacrifican por necesidad, nunca en exceso ni tampoco por gula. Por influencia budista, tienen técnicas de sacrificio que reducen al mínimo el sufrimiento

Para desayunar y lavar el gusto a grasa de oveja, no hay nada mejor que la leche hervida inmediatamente luego de ser ordeñada. Después de una primera semana de fabulosa estepa, ya podíamos sentir un cambio físico, un cambio en el humor general. Hay algo que es muy difícil de definir pero que ya podía sentir en esa primerísima semana. No sé si son las formas, los colores, la armonía omnipresente en todo, el andar suave de la vida nómada o todo junto al mismo tiempo. La comunión con la naturaleza, el andar más lento, todo parece repercutir dentro de uno llenando el alma de serenidad y tranquilidad. Así llegamos a Erdenet, que con sus 80.000 personas es la segunda ciudad más grande del país. Una ciudad que vive 100% de una gigantesca mina de cobre, que es tan importante y valiosa que los soviéticos, en épocas de invasión se encargaron de falsificar mapas poniéndola en otras coordenadas. Hoy por hoy, se explota a cielo abierto y de allí proviene casi todo el cobre que compra China. Sepan esto, miren sus teléfonos celulares, porque en los suyos, al igual que en los celulares de casi todo el mundo de hoy en día, lo más probable es que dentro, haya trocitos de Mongolia.

Erdenet es una ciudad horripilante de cerca y muy pintoresca de lejos. Desde ya que incluye su colección propia de borrachos y también de rusos que han sentado raíces allí. Desde Erdenet hicimos un viaje relámpago en tren ida y vuelta en un día a Ulaanbaatar para cerrar un trámite burocrático y de allí seguimos camino hacia la alta estepa, en los bosques de Hövsgöl, muy cerca de Siberia. Por el resto del viaje ya podríamos olvidarnos de ciudades y trámites, era momento de sumergirse de lleno en este cuento hermoso y dejar la realidad para otro momento.