Nicolás Marino Photographer - Adventure traveler

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La caída

  Hace seis meses me subí a la bicicleta, inconsciente pero creyendo que estaba consciente, como siempre. Pedaleé a toda velocidad, sin pensar, sin verme a mí mismo. Empecé a encontrar obstáculos en el camino a lo largo de estos meses, pero la velocidad y el ego no me dejaban ver ni pensar. El ego me hacía creer no sólo que él era más importante que lo demás, sino que podía con todo. Pero eventualmente caí, y caí muy duro, me di un golpazo en el que perdí a lo grande, como nunca antes. Luego del shock, me vi con claridad junto a mi bicicleta en el piso, solos completamente. Apenas pudiendo levantarme, frente a mí, pude ver a mi ego riendo traicioneramente, él, que todo lo puede. El no perdió nada, yo sí, y mucho y quedé ahogado por el error.

 La moraleja de la historia es, a veces las personas que hacemos estas aventuras tan alucinantes para alguna gente, tenemos un ego enorme, dicho ego es muy preciado para muchas cosas, nos ayuda a sobrevivir, a salir adelante, a no tener miedo a la adversidad y realizar cosas que para algunos son simplemente inimaginables. Es admirable lo que nos ayuda a lograr. Sin embargo,  lo que muchos no ven es que ese ego sobredimensionado tiene una contrapartida traicionera que a muchos no nos deja ver y nos termina dejando solos. Aunque quizás no tengan un coraje para las aventuras como el mío, valoren lo valioso que tienen, poder cuidar a las personas que quieren y más los quieren.

 Disculpas por el interludio, pero luego de tantos mensajes de apoyo y admiración que recibo de todo el mundo hispano parlante a lo largo de estos años, quería compartir una parte del otro lado de quien escribe, tomen este mensaje como un sano y humilde consejo de un ciclista que se dio contra su propia pared, viajando a 300km/h, sin casco y se rompió todo por dentro.